La OTAN parece estar dispuesta a luchar hasta el último ucraniano fue el comentario irónico y de mala fe que surgió en una reciente discusión.
Queda claro que además de los combatientes que mueren, todos sufren sus heridas, la destrucción y el desamparo, en esta trágica y cruenta guerra de conquista.
Los ucranianos siguen peleando y recordemos que lo hacen con una mano atada, ya que los rusos bombardean lo que se les da la gana y los locales hasta ahora no han golpeado Moscú, San Petersburgo, ni Minsk, la capital de Bielorrusia, desde donde también provienen algunos bombardeos aéreos y se han lanzado ataques terrestres.
La respuesta que está dando la OTAN a la actual invasión depende de las directivas políticas impuestas por los países miembros. Ucrania no puede exigir ayuda invocando el artículo 5 ya que no pertenece a la alianza, la que desea evitar a toda costa una confrontación directa con tropas rusas que podría desembocar en una guerra nuclear, poniendo en riesgo la vida del planeta, tal la conocemos.
Putin, no es ningún loco, sabe de eso. Hace años prepara la jugada basada en esa misma premisa y juzga oportuno hacer la movida ahora, tragándose Ucrania antes que se afiance y se pueda incorporar a la OTAN.
Desde el primer zar, los moscovitas han expandido su territorio a costa de sus vecinos, hacia el Oeste, Polonia y Lituania, Alemania, Austria y Hungría, Bulgaria, Rumania. Al Norte, Suecia y Finlandia. Al Sur, el imperio Otomano y al Este, China, Mongolia, Manchuria y Japón. También colonizaron Alaska. Rebalsar sus fronteras está en su ADN.
El actual zar lanzó su ofensiva el 24 de febrero y al ver días después, que una rápida victoria no era posible, cambió de táctica. El sistema de ataque actual es pausado. Un devastador y lento empuje, con el uso masivo de artillería, tanques, aviones y helicópteros destruyendo todo lo que hay en su paso. Los avances son medidos en metros o calles en los derruidos poblados en el Este y Sur del país.
En las zonas ocupadas, donde ha quedado población ya han ocurrido atentados contra jerarcas rusos. Se está formando una resistencia. Habrá más represión y ejecuciones.
La mayoría de los países occidentales prometen armas y municiones que proveen con las dificultades del caso pero con esto solo no alcanza. Se necesitan medicamentos para tratar a los heridos y a los terriblemente quemados. Faltan alimentos y combustibles. Se necesitan fondos. Por ahora existe una disposición de proveer asistencia. Además, algunos valientes llegados del extranjero se han incorporan a la lucha. Su riesgo es doble ya que de caer prisioneros, los rusos los tratarán como mercenarios y los fusilarán.
De tanto en tanto cae un enorme misil ruso sobre Kiev, Odessa u otra ciudad. Generalmente coincide con una visita o algún acontecimiento de apoyo a Ucrania.
Pobres Georgia, Armenia y Moldavia que ya han sufrido zarpazos. Querrían integrarse a la OTAN, como también lo quiso Ucrania, pero tampoco lo han logrado. Están demasiado cerca de Rusia.
El mes pasado, en la cumbre de la OTAN, se abordaron varios temas trascendentes. A pesar de amenazas y advertencias rusas, Suecia y Finlandia han decidido dejar de ser neutrales y tratan de incorporarse a la alianza. Habrán pensado que seguir sin decidirse por nadie era demasiado arriesgado. Se multiplicarán por ocho los efectivos inmediatamente disponibles para enfrentar una agresión. Se trasladarán fuerzas permanentes hacia los países bálticos y a Polonia. Se invitaron, por primera vez como observadores, a países de otras zonas como Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelandia. Rusia ha sido señalada como la adversaria contra la cual la alianza debe estar preparada. Se mencionó explícitamente a China en este contexto, minando la brillante jugada geopolítica de Nixon y Kissinger que permitió abrir una importante brecha entre la URSS y China, en tiempos de Brezhnev y Mao.
No parece una buena idea juntarlos más de lo que están, por razones de proximidad y complementación en energía y materias primas. Pero mientras que Rusia históricamente ha sido militarista y expansionista, excepto en el caso del Tíbet, el comportamiento de China ha sido mercantilista. Aunque en el mar en tiempos recientes, están expandiendo su dominio creando islas artificiales. Su diligencia, capacidad industrial y aptitud comercial y empresaria han sorprendido al mundo una vez que abandonaron al comunismo en el manejo de la economía. En unos 30 años se convirtieron en la principal potencia industrial del mundo.
Lo que conviene y deseamos muchos es una China próspera, avanzada y rica. Abaratando y mejorando los productos que consumimos, comprando alimentos y energía y no blandiendo la espada y el fusil. Por lo tanto, fue de especial interés notar lo medido y prudente del reciente discurso de Xi en el 25 aniversario de la toma de posesión de Hong Kong, donde reiteró la política de “Una China y dos sistemas políticos” afirmando que lo prometido se cumplirá. No hizo referencia a las revueltas pasadas ni a las demandas exigiendo más democracia y libertad, incluso la de algunos desubicados que pedían independencia.
Quizás el tono de ese mensaje haya sido una elíptica señal dirigida a Taiwán y a sus líderes y aliados (tema para otra columna) pero donde hay que tener en cuenta que quienes comparan la situación de Ucrania con la de Taiwán, deben recordar que la inmensa mayoría los habitantes de esa isla son y se sienten chinos no taiwaneses. Una diferencia importante respecto de lo que pasa en Ucrania vs. los rusos.
Las consecuencias de la actual guerra son importantes. Faltarán alimentos, habrá más hambre. Faltará combustible líquido y gas. Aumentaron los precios. Subirán los gastos militares y los impuestos. Se invertirá menos en infraestructura, gastos sociales y ecológicos. La inflación será difícil de combatir. Casi todos seremos más pobres.
Finalmente, es injusto culpar a Zelensky y a su pueblo por defender su terruño. A otros por ayudar (aunque los motivos sean complejos y no totalmente altruistas) mientras las chances de triunfo son exiguas y alto es el costo.