Un fin de año atípico

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El escenario económico argentino mantiene en muchos aspectos una fisonomía caracterizada por buenas señales económicas.

Algunas encuestas perciben que los planetas se están alineando con el Gobierno, al señalar, entre otros aspectos, que la inflación comienza a aparecer como una preocupación marginal y que las expectativas sobre la situación del país han mejorado.

Simultáneamente, las principales figuras de la decaída oposición se muestran con espacios internos conflictivos, y con sus imágenes en franco deterioro.

En este contexto, el presidente Milei, conmemorando su primer año de gestión, pronunció un discurso en línea con esa visión de la mayoría de la sociedad con algunos anuncios, no demasiado inesperados:

-el año que viene “la salida del cepo será una realidad”;

-“libre competencia de monedas”;

-inversiones por miles de millones en sectores como infraestructura, minería, siderurgia, energía, automotriz, tecnología, petróleo y gas;

-reiteración de la propuesta que días atrás hizo en la Cumbre del Mercosur: eliminar las trabas arancelarias que dificultan el libre comercio interno, reducir el arancel externo común y la búsqueda de impulsar durante el próximo año un tratado de libre comercio con Estados Unidos;

-adelantó que se va a continuar con la reducción del gasto público y anunció una reforma impositiva estructural, que se propone reducir, según sus palabras, en un 90% la cantidad de impuestos nacionales, meta aparentemente muy difícil de cumplir.

En otro orden, resaltó la feliz realidad de observar tanto el fin de los piquetes, atormentadores de los pacíficos ciudadanos de a pie, lo mismo que el descenso de la criminalidad en zonas como la ciudad de Rosario.

No obstante, para que este proceso virtuoso sea sustentable, se necesita asegurar que ingresen en volumen significativo las esperadas inversiones privadas en los distintos aspectos de la economía, para que aumenten el empleo, la producción, el consumo, los salarios, y la productividad general, único reaseguro de permanencia en el tiempo del equilibrio fiscal, que equivale a decir evitar la emisión espuria y la consiguiente inflación.

Y es en este sentido que emergen dudas.

La actual estrategia del gobierno nacional de enfrentamientos generalizados con la oposición, con sus posibles aliados políticos, con el Parlamento, con gobernadores de provincia y contra el periodismo indiscriminado, está lejos de considerarse virtuosa.

La continuidad de un esperanzador camino requiere la convalidación legislativa de muchas de las iniciativas y reformas que el Poder Ejecutivo propuso y seguirá enviando, y no parece ser en este aspecto que se haya avanzado, graficado por las expresiones del juez Juan Carlos Maqueda, a punto de dejar a fin de año la Corte Suprema de Justicia, quien rompiendo un silencio autoimpuesto expuso su preocupación por el sistema democrático: “Veo nubarrones, temo por los poderes judiciales y legislativos.”

Expresión compartida por muchos y necesaria de ser, al menos, atendida.

El mejor reaseguro para el exitoso camino económico emprendido tiene como requisito preservar la institucionalidad. Es imperioso cuidarla.

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