El Ministerio de Ambiente aprobó la Autorización Ambiental Previa a Consorcio Aguas de Montevideo para la construcción del Proyecto Arazatí.
Significa que se dio el primer paso para construir la nueva planta potabilizadora de agua bruta procedente del Río de la Plata, con el fin de reforzar el abastecimiento de agua potable de la zona metropolitana de nuestro país -para 2 millones de personas-; y de esta manera olvidarnos de las angustias vividas durante la sequía extrema del 2022/23. Sólo resta que OSE firme el contrato con el inversor privado.
El proyecto está encaminado. Se cumplió con todas las etapas previstas por la normativa vigente. Hace décadas que se reciben advertencias de los especialistas acerca de la vulnerabilidad de este servicio esencial.
Podemos resumir su actual fragilidad subrayando que: todo el suministro de agua para el área metropolitana depende exclusivamente de una sola fuente (el río Santa Lucía), de un solo reservorio de agua bruta (Paso Severino) y de una sola planta potabilizadora (Aguas Corrientes). Cualquiera de estos tres pilares que colapse ¡adiós suministro! La única conclusión posible es que el servicio de agua potable metropolitana está “prendido con alfileres”. Por lo tanto exige decisiones audaces e inversiones inmediatas. ¡A no engañarnos más! No se puede depender de una sola fuente de suministro de agua.
Ya hemos padecido reveses provocados por eventos naturales cíclicos, como grandes inundaciones del río Santa Lucía (1977, 1986, 2019) que desbordaron el reservorio y la planta procesadora, afectando su funcionamiento, y esparciendo aguas abajo lodos contaminantes (que saturan el lecho del río) resultantes del proceso potabilizador.
El sentido común mandató buscar fuentes de agua fuera del Santa Lucía, arribándose a la conclusión de que el Río de la Plata ofrecía ventajas muy interesantes: 1) ser una fuente inagotable y libre de los vaivenes naturales; 2) permitir instalaciones próximas al área metropolitana, incluyendo la nueva planta potabilizadora.
Si las evaluaciones económicas hacen viable el proyecto, y las consideraciones técnicas aseguran el suministro de agua potable de manera fluida y abundante sin que surjan cuestionamientos ambientales inhabilitantes, hay que concretar el proyecto lo antes posible.
El pedido “para la tribuna” del presidente electo al actual mandatario de que no se firme el contrato de Arazatí, solo puede considerarse como un último capricho político de oponerse “a todo” lo que hizo el gobierno de la Coalición Republicana (postura antidemocrática). Es algo inaceptable que conspira contra este interés nacional superior. Mencionar como alternativa el manoseado proyecto del arroyo Casupá -pergeñado por las anteriores administraciones frenteamplistas, aunque sin ninguna intención de concretarlo-, resulta un despropósito porque se construiría un nuevo reservorio de agua, dentro de la misma cuenca del río Santa Lucía, cuando lo que más necesita el país es otra planta potabilizadora de agua procedente de una fuente externa a la cuenca, que además en este caso es inagotable.
Arazatí pondrá punto final a la amenaza de futuros desabastecimientos de agua potable.