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Un serio problema

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Esto de andar atacando judíos con desprecio y saña se está volviendo una costumbre en Uruguay. Una mala costumbre. Ahora la víctima es la directora de Cultura, Mariana Wainstein, acusada de ser “nazi” por un profesor grado 5 de la Facultad de Artes de la Universidad de la República.

La anterior víctima fue un respetado académico uruguayo-israelí a quien el gremio estudiantil de la Facultad de Humanidades quiso impedir que participara en un panel para el que viajó expresamente desde Israel, donde vive.

Los dos episodios involucran a la Universidad de la República y si bien sus autoridades tomaron distancia de los hechos en ambos casos, la verdad es que allí hay un problema serio.

Carlos Musso Rinaldi, el profesor que atacó a Wainstein, expresó después un apresurado y poco convincente arrepentimiento. Reconoció que fue “un disparate” calificar como nazi a Wainstein, y explicó ese día “andaba mal y tiré algo de lo que me arrepiento”. Se sentía profundamente “superado” por la situación en Gaza y puso una imagen en la red que luego borró “lo más rápido” que pudo.

Por más mal momento que haya afectado el buen juicio del profesor, lo que hizo fue deliberado. No hubo un chat íntimo en un momento de bronca con un amigo y que alguien a sus espaldas filtró a los medios. Buscó una foto de Wainstein y al pie de ella puso en letras rojas, grandes y mayúsculas la palabra “nazi”. Pensó bien lo que hizo.

No queda claro por qué a partir de su enojo con la situación en Gaza, decidió atacar a la directora de Cultura. Es verdad que ella es judía y que como tal debe tener una posición respecto al conflicto en Gaza. Posición por otra parte, similar a la de muchísimos uruguayos que no son judíos pero comparten el derecho de Israel a existir como nación sin por ello negar la existencia de un estado palestino. Solo que ello debe concretarse recién cuando haya clarísimas garantías de que la premisa de “echar a los judíos al mar” quedó definitivamente eliminada y grupos terroristas como Hamás o Hezbollah no tengan más nada que decir ni hacer.

Quizás Musso ató dos temas en uno, la condición de judía de Wainstein y su gestión en la dirección de cultura. Lo cual es extraño porque hay una amplia impresión de que su trabajo ha sido extraordinario, abierto, estimulante para la actividad cultural, integrada a un equipo que trabajó muy bien en el Ministerio de Cultura. Quienes la conocen saben de las condiciones personales y su calidad humana y por eso, jamás podría ser merecedora de un ataque de esta calaña.

El ministro de Educación y Cultura, Pablo da Silveira salió en rápida defensa de la directora: “lo de Udelar y el antisemitismo empieza a ser hábito. La autonomía no puede amparar cualquier cosa”, escribió en su cuenta y agregó que confiaba “en que las autoridades de la Universidad asuman la gravedad de la situación”. En diálogo con El País, Da Silveira dijo que se trata de un “caso clarísimo de (...) un discurso del odio especialmente monstruoso”. Explicó por qué lo era: “tratar de nazi a una persona que pertenece a un pueblo que los nazis intentaron exterminar y al que le mataron seis millones de personas, es una monstruosidad moral”.

Pese a la disculpa del profesor, Mariana Wainstein presentará una denuncia penal (y quizás civil) contra Musso por difamación. “Esa persona me expuso al escarnio público, me puso en peligro en muchos sentidos”, dijo la directora y aclaró que, si bien no se sintió “ofendida”, sí tiene la “responsabilidad” de denunciarlo “para que no quede en la nada”.

Tiene razón en tomar esa medida. Un juez luego determinará si las disculpas de Musso alcanzan para dar por terminado el episodio. Pero el caso debe llegar a una instancia judicial para dejar claro que ese tipo de ataques no pueden ser tolerados.

Y menos cuando vienen de personas como es un profesor grado 5 de la Universidad de la República, cuyo sueldo, como bien recordó el ministro, se lo pagamos todos.

La universidad tiene una larga trayectoria de ser usina de ideologías de izquierda. Lo llamativo, pero no sorprendente (es tan fácil pasar de un extremo al otro), es que ahora comenzaron a surgir expresiones desde la extrema derecha como lo demuestran estos episodios.

El fuerte antisemitismo, su simpatía con ciertas teocracias despóticas de corte islámico, la dificultad para defender a Ucrania y la abierta simpatía con un Putin de ideas fascistas, ultraderechistas y nacionalistas para argumentar la voracidad rusa de conquistar y anexar un país independiente, con secuestro de niños y ataques a población civil, muestran a muchos académicos universitarios recostados en las peores posiciones.

Es hora de empezar a verlo así. Hubo un traspaso de militantes y profesores universitarios desde la izquierda a la derecha. Si esto estuviera sucediendo en el siglo pasado, serían los que apoyaron al Eje que lideró Hitler.

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