Hacia mediados del siglo XIX el libre comercio había logrado imponerse en Inglaterra, lo que se traduciría en medidas concretas de política económica. Como comenta el historiador H. C. G. Matthew: “Hacia la década de 1860 el libre comercio -en el sentido específico de ausencia de tarifas protectoras- se había convertido en parte central de la ortodoxia de la política británica, casi tan arraigada como la sucesión protestante. El triunfo de los economistas políticos clásicos fue completo.”
La misma opinión sostiene el experto en historia económica L. C. A. Knowles:
“Los aranceles sobre las materias primas bajaron entre 1822 y 1824, y fueron finalmente eliminados entre 1842 y 1846; los aranceles sobre los artículos semielaborados fueron reducidos sustancialmente, y en algunos casos eliminados; los aranceles sobre los bienes manufacturados también fueron reducidos o derogados. […] El libre comercio era victorioso hacia 1850, pero debe recordarse que los cambios arancelarios fueron solo una parte del movimiento general para la abolición de todas las restricciones.”
El principal logro político se obtuvo en 1846 cuando fue derogada la Ley de Granos (Corn Law) que fijaba aranceles para proteger a la producción nacional. Esto en gran medida se debió a la difusión de las ideas de Smith y Ricardo debida a la acción incansable de la Liga de Manchester y su creador y alma mater, Richard Cobden.
La obra de la Liga de Manchester (también conocida como Anti-Corn League) creada en 1838 es realmente excepcional y su ejemplo debe ser tenido en cuenta. Su trabajo en la difusión de ideas a través de clases, folletos y conferencias a lo largo y ancho del Reino Unido no tiene parangón en la historia.
La otra pata de su acción, el apoyo a los políticos que en cada distrito se comprometían a apoyar la derogación de las leyes proteccionistas, también fue extraordinariamente exitosa. En particular, la “conversión racional” del primer ministro conservador Robert Peel es un ejemplo del éxito político e intelectual de la Anti-Corn League ya que, como señala Bhagwati, fue “convencido, no sobornado; bautizado, no comprado”.
Sin dudas los logros de esta etapa fueron posibles porque existía un núcleo de británicos convencidos de las bondades del libre comercio que impulsaron la Liga y otras actividades, pero la extraordinaria energía desplegada por Cobden, que dejó su fortuna y su vida en la empresa, merece un reconocimiento especial.
Vale la pena cerrar el artículo con la visión de Cobden en sus propias palabras, llenas de confianza en los enormes beneficios de la Libertad:
“Veo que el principio del libre comercio actuará en el mundo moral como el principio de gravedad en el universo -uniendo a los hombres, dejando a un lado los antagonismos de raza, credos y lenguajes, y uniéndo- nos en lazos de paz eterna… Creo que el efecto será cambiar la faz del mundo, a fin de introducir un sistema de gobierno completamente distinto del que prevalece ahora. Creo que el deseo y la motivación por grandes y poderosos imperios y gigantescos ejércitos y grandes armadas… desaparecerá… cuando la humanidad se vuelva una familia, y el hombre intercambie libremente los frutos de su trabajo con sus hermanos.”