En los últimos días diversos referentes económicos se han pronunciado sobre distintos aspectos de la coyuntura macroeconómica del país. También sobre los logros del actual gobierno, que en buena medida la mayoría reconoce, y sobre cómo debería ser la hoja de ruta de aquí en adelante. Con cierta preocupación he observado por parte de algunos colegas cierta despreocupación por mejorar aún más los indicadores fiscales y monetarios, lo que creo que es un error que merece ser discutido.
En primer lugar debe señalarse que las condiciones macroeconómicas del país hoy son las mejores en muchos años, un logro especialmente valorable si recordamos que el actual gobierno debió enfrentar una pandemia que deparó un severa recesión en 2020 y un gasto imprevisto de enorme magnitud. En comparación con 2019 el riesgo país ha descendido unos 140 puntos básicos, lo que ha permitido colocar deuda pública a niveles históricamente bajos y reducir los pagos de intereses de deuda en relación al producto.
A eso se suma el reconocimiento de las empresas calificadoras de riesgo que han mejorado la calificación y la perspectiva de nuestra deuda. Cabe recordar que al finalizar el gobierno anterior estuvimos cerca de perder el grado inversor para apreciar que la situación actual en que estamos un escalón o dos por encima del mínimo de la categoría es un avance sustancial.
La regla fiscal con tope al incremento del gasto, de la deuda y el análisis del resultado fiscal estructural que se ha cumplido en sus cuatro primeros años de aplicación también es un logro importante al tiempo que parte fundamental de la explicación de las mejoras observadas. La reforma de la seguridad social aprobada el año pasado también ayudó a consolidar esta nueva situación. El asunto al final del día y más allá de las opiniones de los expertos es que quienes se juegan su propio dinero dicen que la situación fiscal de Uruguay hoy es sustancialmente mejor que en 2019 y eso es un hecho incontrovertible.
También debe reconocerse como una realización relevante el descenso de la inflación, actualmente en niveles en torno al 4%. Luego de muchos años en que nos ubicábamos como el país con la tercera inflación más alta de la región después de Venezuela y Argentina (pavada de podio), este descenso de escalón en la inflación debe ser especialmente valorado.
Por tanto, en términos del resultado fiscal así como en cuanto a la inflación hemos avanzado, pero los logros alcanzados no solo deben consolidarse, debemos ir por más. Una macro aún más estable que la actual debe ser un objetivo del próximo gobierno, como planteamos desde CED en el documento Un salto al desarrollo presentado en noviembre de 2023.
La nueva institucionalidad fiscal debe continuar su proceso de mejora continua incorporando metas de mediano plazo sobre endeudamiento en relación al producto y mejorando las capacidades del Consejo Fiscal Asesor y del Comité de Expertos, verbigracia. A su vez es necesario avanzar hacia una inflación aún más baja, como la que tienen la mayoría de los países del mundo y la región. No podemos aflojar porque hayamos mejorado, todo lo contrario, debemos redoblar el esfuerzo porque una macroeconomía estable es condición indispensable para todas las demás políticas que quieran impulsarse, incluidas y especialmente, las políticas sociales.