Así como nos hemos referido en oportunidades anteriores a la importancia esencial de fortalecer un sistema nacional de áreas naturales protegidas como estrategia lógica para construir un mejor futuro para el país, otro tanto hay que decir acerca de la promoción de la conservación del pastizal o campo natural uruguayo.
Es inconcebible un país en el cual se pueda vivir de manera digna, próspera y sana, si no cuida celosamente la “salud general” de su diversidad biológica, por la sencilla razón de que en ella se cimentan los servicios ambientales (aquellos que nos permiten alimentarnos, producir de manera sustentable y disfrutar del magnífico entorno que nos regala nuestro país a lo largo y ancho de su territorio).
La llave del éxito está en conseguir el equilibrio de desplegar una gestión cuidadosa e inteligente de los ecosistemas, manteniendo sus mejores potencialidades naturales. Es lo que hace posible el tan reclamado desarrollo sustentable. Resulta obvio que todas las intervenciones humanas modifican los ecosistemas. Por lo tanto, el desafío es lograr que tales cambios no pongan en riesgo lo medular de la estructura y su funcionamiento.
El campo natural uruguayo es uno de los ecosistemas más productivos y valiosos del planeta. Además de permitir un desarrollo ganadero de alta calidad, posee una demostrada capacidad de secuestro de carbono; protege las cuencas hídricas y las zonas de recarga de los acuíferos; desarrolla un papel fundamental en la conservación del suelo. Asimismo, cumple un papel insustituible en la conservación de la diversidad biológica. Además, tiene un elevado potencial turístico y valor cultural.
A pesar de su constante retroceso, Uruguay aún conserva un sorprendente 53% de su territorio con pastizales.
Si ponemos el foco en los sistemas productivos nacionales, concluimos que la actividad líder en nuestro país es totalmente compatible con la conservación del campo natural. La ganadería, a diferencia de la agricultura y la forestación (ni siquiera mencionamos a la minería extractiva), tiene un impacto beneficioso sobre el campo natural, en la medida en que sea desarrollada con ciertos cuidados básicos como, por ejemplo, que la carga del pastoreo sea la adecuada y no se utilicen otros procedimientos inapropiados a sus características. Si se respetan esas variables, lo que va a ocurrir es un aumento de la diversidad biológica. En otras palabras, los pastizales sometidos a uso ganadero son más ricos en diversidad de especies vegetales nativas de pradera que aquellos exentos de bovinos y ovinos. Por lo tanto, un correcto pastoreo favorece ese proceso.
El tema nos lleva a considerar, una vez más, los cuestionamientos a la producción ganadera como causa importante de la crisis climática. Si bien el metano expelido por los rumiantes es un gas de efecto invernadero de elevado impacto, su aporte real al problema se derrumba cuando consideramos la ganadería en campo natural, ya que este realiza una considerable captura de carbono.
Por lo dicho, este es el buen camino a recorrer. Importa -y mucho- que sigamos promoviendo propuestas como la de la Alianza del Pastizal impulsada en los países del Cono Sur, hace ya más de una década. ¿Cómo? Fortaleciendo una firme política nacional de conservación del campo natural uruguayo.