Valores occidentales

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Cuáles son los valores occidentales de los que tanto se habla en las relaciones internacionales para justificar posiciones o acciones políticas o militares, y para contrarrestar, por oposición, la influencia de países que no los conjugan?

Occidente es hoy una civilización en la que confluyen tres marcadores bien definidos: la filosofía y la cultura griega; la disposición política y el derecho romano; y las religiones que surgen de la Biblia, sobre todo la cristiana. Geográficamente su definición es más nebulosa, pero es evidente que tiene su centro en Europa Occidental; sus extensiones son hacia el oeste en las Américas y hacia el este y hasta Vladivostok en la Rusia asiática; y obviamente conserva una fuerte influencia allí donde se expandieron los grandes imperios europeos en el siglo XIX, sobre todo el inglés y el francés, tanto en Asia como particularmente en África.

Podremos vivir en sociedades más laicas, como lo son hoy la mayoría de las europeas occidentales, o menos laicas, como pueden ser algunas latinoamericanas, por ejemplo; más respetuosas del Estado de derecho, como la veintena de democracias plenas en el mundo, o más proclives a sufrir autoritarismos, como por ejemplo la rusa; y más centradas en el legado cultural y filosófico clásico, como la italiana o la española, que influenciada por cosmovisiones filosóficas diferentes, como por ejemplo las primitivas animistas de Nigeria o de Perú. Pero en todos los casos en los que se verifica la existencia mayoritaria de esos tres marcadores que forman la esencia de Occidente, vivimos inmersos en esa civilización.

Así las cosas, más allá de verse influenciados por Occidente, ni la civilización china, ni los musulmanes, ni los japoneses, ni los hindúes, por ejemplo, son occidentales: a pesar de ser un libro que ya tiene más de un cuarto de siglo, la descripción de Huntington en “Choque de las civilizaciones” sirve en esto de buena ilustración. Y la clave es que no tienen por qué serlo, ni hay que procurar que lo sean, ni debemos nosotros a su vez renegar de nuestros valores porque interactuemos con todos ellos política, comercial o culturalmente.

En este esquema, Uruguay debe asumirse tal cual es: un país que está en la periferia geográfica de Occidente pero que conjuga muy bien sus valores. Y no cualesquiera, sino los más avanzados en materia de respeto por el Estado de derecho; los más laicos, en un continente que no lo es tanto; y los más clásicos en materia filosófica y cultural, ya que aquí no hubo una civilización con la cual interactuar, como en Perú o en México, por ejemplo, antes de la formación del Estado- nación. Y es desde ese lugar que debe abrirse al mundo. Con China, por ejemplo, importa lograr un tratado de libre comercio; pero no por ello vamos a exigirle que dejen de lado sus valores civilizacionales y adhieran a los nuestros. Lo mismo pasa con la Turquía actual, mucho más islamista que la de hace un siglo; o con Arabia Saudita, radical monarquía que procura la expansión sunita.

Está en el ADN de Occidente la introspección reflexiva acerca de los valores que lo conforman. No obstante, el mundo del siglo XXI será el de la afirmación de civilizaciones contrapuestas. Uruguay es parte de Occidente y debemos estar orgullosos de ello.

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