La Intendencia de Montevideo presentó una denuncia ante Fiscalía sobre “presuntos casos de rapiña, tráfico de drogas y situaciones de violencia en el Barrio Sur”.
Lo primero que llama la atención es la veloz respuesta municipal.
Como resultado de una denuncia realizada por trabajadores de su Unidad de Rehabilitación Urbana la Intendencia abrió un expediente con fecha 8 de abril. El expediente ascendió a través de los estratos geológicos de la administración municipal, fue aprobado por la oficina jurídica, y la denuncia fue presentada un mes después en la Fiscalía. Para tener una idea. Un viaje directo de Madrid a Montevideo (distancia 9.942 km) toma unas 13 horas. El expediente para trasladarse unos pocos metros tomó el equivalente de más de veinte viajes Madrid-Montevideo. Pero eso no es todo. Una vez presentado en Fiscalía, el asunto fue pasado a lo que se llama Oficina de Depuración, Priorización y Asignación, que tiene el cometido de asignarlo al fiscal que corresponda. En todo este proceso se acumulará electricidad, papeleo, tinta y tiempo.
Todo para constatar lo que podría contarles cualquier vecino del barrio y cualquier montevideano que circule por las pulcras calles del Barrio Sur.
Lo segundo es que, si leemos con cuidado, La Intendencia y el Ministerio están hablando de cosas diferentes.
Los funcionarios de la Unidad de Rehabilitación Urbana detectaron “Una importante concentración de factores de vulnerabilidad social” que vincularon a “consumo problemático de sustancias psicoactivas” y consideraron que los vecinos se encontraban expuestos a ”rapiñas, tráfico de drogas y violencia con armas de fuego”. El Ministerio del Interior, consultado por el periodista, respondió que los delitos en esa zona “habían descendido con respecto al mismo período de 2023” y que se habían “cerrado bocas de venta de drogas y violencia de armas de fuego por disputas relacionadas al control del territorio”.
Pero, a pesar de las estadísticas sobre delitos -siempre discutibles- la realidad es que los vecinos viven inmersos en una sensación de inseguridad causada por “personas que no son del barrio, deambulan a toda hora y duermen en la calle”, “consumen a toda hora”, y el barrio “de noche pasa a ser tierra de nadie”. Un vecino que vive en el barrio desde hace años, declaró a El País, “no sé si los robos de dan con más frecuencia, pero sí se ve mayor violencia y consumo de drogas”. Para ponerlo en un argot contemporáneo: percepción mata estadísticas.
Realmente no hace falta una denuncia de la Intendencia para enterarse del ambiente que existe en el Barrio Sur. Ni en Palermo ni en el Parque Rodó.
Lo único que se necesita es caminar un poco por el lugar y observar el entorno.
La combinación de vandalismo, paredes grafiteadas sin piedad, contenedores de basura con residuos desparramados alrededor, personas durmiendo en la calle (a la intemperie o instaladas en carpas improvisadas con cajas de cartón y plásticos), y la omnipresencia de la droga, conspiran para generar una sensación de anomia que genera temor entre quienes viven o pasan por el lugar.
A ello se suma lo que se percibe como desidia o indiferencia por parte de las autoridades. Todas.