No leí “Los indomables”, el libro de Pablo Cohen, pero sí me llegaron las declaraciones de Lucía Topolansky en el mismo, asegurando que hubo personas que “mintieron” ante la justicia, para así facilitar condenar a exmilitares. “La gente miente en las declaraciones” -aclaró-, mientras otros inducen a los testigos a seguir esa misma conducta. Los tupamaros, agregó, “no dirán quiénes lo hicieron para evitar ser calificados como “traidores o botones”. Al poco, su compañero José Mujica si bien le quitó generalidad, ratificó lo ocurrido, atribuyéndolo al rencor de algunos sectores.
Las reacciones fueron las esperadas, aun cuando no siempre las acompañara la lógica. El FA ratificó su apoyo a los derechos humanos y su condena a los delitos de la dictadura. Una respuesta ajena a lo expresado por el matrimonio. Los ex-presos les contrapusieron la valentía de las víctimas que permitieron condenar a un centenar de represores. Nuevamente algo ajeno a las declaraciones de la pareja a quienes, además, solicitaron su retractación, como si la verdad debiera desestimarse en aras de la militancia. Algo similar manifestó “Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos”, quienes reafirmaron su confianza en la Justicia, reclamaron el respeto a la memoria histórica y reivindicaron el trabajo de la Fiscalía especializada. Otro error en el objetivo que defiende lo que nadie ataca.
Aprovechando la volada, las defensas de los condenados pidieron revisión de las causas, con o sin sentencia. Tal como si, los innominados dichos desde la chacra, constituyeran sentencias definitivas de la Suprema Corte. Otra muestra de irresponsabilidad, por ambas partes, no solo en las redes, donde los disparates son norma sino por partidos, instituciones y organizaciones sociales, incapaces en temas éticos, de ceñirse a los temas sin aderezarlos con consideraciones políticas impertinentes.
Obviando confusiones confieso que el dueto chacarero no me seduce. No coincido con el culto a José Mujica, un hombre profundamente equivocado en su juventud, y que ahora en su vejez, lejos de ser un filósofo de referencia o un político a quien admirar. Lo que no implica que, aun admitiendo debilidades, considero a ambos sinceros. Aquí el tema no es la veracidad de la justicia o la fiscalía, ni dudar de las monstruosidades de la dictadura, sin duda, la época más siniestra del país. Lo que importa es sí, en el afán de sancionar sus crímenes, ello indujo a cometer desatenciones jurídicas, principalmente en el área de prescripción de delitos. Se olvidó que Uruguay no había consagrado como figura los delitos de lesa humanidad, contrariando de ese modo una clara sentencia primeriza de la Suprema Corte, y omitiendo que el “jus cogens” no era evidente en el área internacional. Nada menos que EE.UU. jamás lo reconoció para sus connacionales.
Lo que agravó este clima fue falsificar la historia, amputándola y distorsionándola en sus secuencias y responsabilidades. Una falta de equidad que contribuyó a mentir, engañando a la justicia, la que en ocasiones permitió hacerlo. Si los Mujica-Topolansky, como yo creo, son veraces, hicieron lo correcto al manifestarlo. La verdad y el derecho están por encima de rencores y castigos, aun si fueren merecidos.