Hay verdades que parecen inconmovibles y que de pronto dejan de serlo.
El otro día, conversando con un profesional del fútbol, de los mejores que conocí, le pregunté por qué privilegiaba en la formación de los jóvenes un juego directo, de ganar duelos y transición veloz.
Me reconoció que hoy domina un juego de pases y posesión. Sin embargo, me aclaró, si trabajo con chicos de 14, 15 y 16 años debo prepararlos para el fútbol que se practicará en el 2029 o 2030. El actual quedará obsoleto y el futuro será ese.
Admiro a quienes enfrentan los tiempos en que viven, se la juegan a cambios imaginando cómo será el mañana y se preparan.
Hace mucho practiqué otro deporte. Uno en el que trataba de derribar a cuanto oponente portando la pelota se me pusiera delante.
En ese entonces era una verdad inconmovible que no se debía tomar líquidos antes ni durante el partido. Ni siquiera en el entretiempo. Nos deshidratábamos corriendo y solo se permitía hacer buches de agua que debíamos escupir.
En esos años eran comunes pretemporadas en que se corría por canteros, playas o parques veinte o más kilómetros.
Hoy en día vemos a los deportistas de élite aprovechar cualquier momento de un partido para tomar agua u otras bebidas. Ya no se corren decenas de kilómetros “para agarrar fondo”.
Mi suegro, el gran Pico Oribe, preparaba los pur sang de carrera con varias largadas cortas. Vi algo parecido en la preparación de deportistas por el Profe Antonio Tchakidjian, un adelantado a su tiempo.
El fracaso de la aventura de la ingeniera Cosse en el Antel Arena fue fruto de no prever el futuro. Uno de los ingresos fundamentales de su plan de negocios era el cobro de mensajes de texto enviados por quienes fueran a la Arena. Apareció whatsapp, mensajes directos en X, Ig, etc. y chau rentabilidad. Bienvenidas las pérdidas.
Ya nadie manda SMS.
Otra verdad que por suerte se cuestiona hoy es el monopolio de los combustibles.
Allá por 1900 Alejo Rossell y Rius trajo al Uruguay el primer automóvil. Un “Delin”, belga que parecía más un carruaje con motor que un auto. Era a combustión interna. La revista “Rojo y Blanco” destacaba su velocidad. Un relámpago. En un instante pasaba y desaparecía de la vista.
¡Volaba por 18 de Julio a treinta kilómetros por hora!
Cinco años más tarde había cincuenta automóviles en Montevideo. El gobierno vio que era una fuente de recaudación y creó la patente de Rodados.
En 1905 ocurrió el primer accidente automovilístico. El carruaje del ministro de Brasil circulaba por la calle Buenos Aires y fue embestido por un auto al llegar a la Plaza Independencia.
En 1911 el problema era el combustible para los vehículos. La producción de energía se basaba en el carbón pero se demandaba combustible.
Algunos pensaron que lo mejor era el alcohol y desde el Estado propusieron obtenerlo a partir del maíz ardido y orujo.
Mientras tanto se instalaba en el Uruguay la West India Oil Company subsidiaria de la Standard Oil Company de Rockefeller.
La historia posterior es conocida.
Duró más de un siglo.
Monopolio de Ancap, precios caros y subsidio hacia una cantidad de actividades como bebidas alcohólicas, cemento, biocombustibles y hasta el transporte público.
Además, el quinquenio negro frenteamplista del 2010 al 2015 donde hubo que capitalizar en más de 800 millones de dólares las aventuras desarrollistas de Mujica, Martínez y Sendic y sus pérdidas.
Esa verdad inconmovible del monopolio está en jaque. Así como se pasó del carbón al petróleo el mundo se pasa hoy de este a la energía eléctrica y el hidrógeno.
Ancap es una empresa cuestionada en su viabilidad en el mediano plazo por la llegada de la movilidad eléctrica y el hidrógeno verde.
En el mejor de los casos su negocio se reducirá.
Así como en 1900 comenzó a circular por nuestras calles el Delin belga de Rossell y Rius, hoy empiezan a hacerlo automóviles eléctricos e híbridos.
Los motores a combustión y la refinación de combustibles sufrirán una gran merma.
El agujero de millones de dólares con que tuvimos que capitalizar a Ancap y los cientos de millones que metimos en la refinería (la de la fiesta homenaje de 600 mil dólares a Cristina Kirchner) se agranda.
De ahí el acierto del presidente del ente, Alejandro Stipanicic, que propone fusionar Ancap y UTE.
Frente a esto los prebendarios de siempre empiezan a cuidar sus chacras; son más importantes ellos que el ciudadano y la producción.
Defienden, de nuevo, un intermediario monopólico entre el proveedor de combustible y los productores y consumidores. Que encarece todo y subsidia en forma encubierta aventuras e ineficiencias.
En lugar de pensar en el futuro.
La verdad del monopolio ya no es tal. El avance tecnológico lo está terminando y cuanto antes nos demos cuenta, mejor.
Pese a que algunos nos digan que no podemos tomar agua en el entretiempo porque quedamos pesados o que el futuro es el envío de mensajes de texto.