Los gobiernos pasan, pero los problemas quedan, en este caso los problemas educativos.
Existe consenso en cuanto a que la economía de nuestro país debe crecer más y más rápido de lo que ha hecho en las últimas décadas para poder alcanzar un mayor nivel de desarrollo. Sin mayor crecimiento no habrá mayor equidad ya que no se puede distribuir riqueza que no existe.
Nuestro crecimiento está restringido por nuestras carencias educativas. La mayor parte de las cuales continúa sin solución desde hace décadas. Desde el retorno a la democracia hace 40 años se realizaron tres reformas educativas de importancia a nivel preuniversitario.
La primera fue la llamada reforma impulsada por Germán Rama en 1995 que involucró múltiples cambios en la educación inicial, en la formación docente y en el tiempo pedagógico de los alumnos de hogares más pobres. Uno de sus principales efectos fue la expansión importante de la cobertura de la educación secundaria (la cantidad de alumnos que ingresa a Secundaria).
Lamentablemente no se incrementó de la misma manera la culminación del ciclo secundario (la cantidad de alumnos que culminan bachillerato o UTU) que continúa estancada en alrededor del 50%, y esa cifra es mucho peor entre los alumnos de hogares más pobres. Esta reforma tampoco ayudó a mejorar apreciablemente los logros de aprendizaje, que según los resultados de las pruebas PISA, muestra a los alumnos uruguayos de 15 años muy por debajo de los países desarrollados.
La segunda reforma importante fue el lanzamiento en 2006 del Plan Ceibal. Este proyecto, muy reconocido dentro y fuera de fronteras, apuntó a brindar acceso equitativo a las tecnologías de la información a escuelas y alumnos de todo el país y todos los niveles socioeconómicos. Más allá de sus aportes a la equidad de acceso a la tecnología, las investigaciones muestran que tampoco ha facilitado mejoras de aprendizaje, en especial porque no se hace un uso con sentido pedagógico de la tecnología.
Este año, además, tuvimos la inesperada (para mí) sorpresa de que después de más de 20 años de funcionamiento del Ceibal y de asegurar que todos los alumnos y docentes del Uruguay tengan acceso a computadoras e Internet, la alfabetización digital de nuestros alumnos es muy inferior a la esperada y a la de otros países. Estos resultados corresponden a la prueba internacional ICILS (International Computer and Information Literacy Study) realizada en 25 países por alumnos de 13 años. Uno de los más impactantes resultados es que 2/3 de los alumnos uruguayos no saben usar computadoras para tareas básicas de recolección de información. En las pruebas de pensamiento computacional, Uruguay tuvo los peores resultados entre los 25 países. A pesar del orgullo que sentimos por este proyecto y de los beneficios sociales colaterales que pueda haber tenido, parece claro que no está ayudando al aprendizaje.
La tercera gran reforma es la recientemente lanzada por ANEP. Se trata fundamentalmente de una transformación curricular con foco en la enseñanza por competencias. Es todavía muy pronto para evaluar si será exitosa en reducir la deserción y mejorar los niveles de aprendizaje, y eso en el supuesto que el nuevo gobierno decida continuarla.
Si el nuevo gobierno comparte la convicción de que nuestro país tiene que crecer para poder prosperar, tendrá que elaborar una agenda ambiciosa y efectiva de cambios educativos. Para evitar las decepciones del pasado, las autoridades educativas y el gobierno tendrán que atreverse a imaginar enfoques y estrategias nuevos, “fuera de la caja”.
Por ejemplo, es difícil pensar que logremos mejoras educativas sustanciales con la actual arquitectura institucional de ANEP. Es un órgano demasiado grande, demasiado centralizado y demasiado lento. La función principal de ANEP debería ser funcionar como una agencia de calidad y acreditación de liceos con mucho mayores niveles de autonomía y con distintas orientaciones curriculares para dar mejor respuesta a la diversidad de vocaciones, intereses y capacidades de los alumnos. Por otra parte, no creo que el Proyecto Ceibal pueda efectivamente catalizar aportes al aprendizaje si no se integra más orgánicamente a las instituciones de formación docente y al sistema de ANEP. También pienso que habrá que hacer más permeables las fronteras entre Secundaria y UTU, desdibujando la concepción binaria y contrapuesta entre educación académica (orientada a la universidad) y educación técnica.
No olvidemos, además, que el cambio tecnológico continúa con cada vez mayor aceleración, y que ahora el sistema educativo debe repensar muchos aspectos de la enseñanza y la evaluación debido a la irrupción de la inteligencia artificial (IA). Esta nueva era de máquinas “inteligentes” obliga a repensar cómo evaluar a los alumnos para asegurar que realmente aprendieron (y no encargaron sus evaluaciones a un robot disponible en cualquier celular), y que las nuevas tecnologías de IA son usadas productivamente por los docentes (luego de ser entrenados y apoyados adecuadamente).
Para crecer necesitamos producir bienes y servicios más sofisticados, con mayor contenido de tecnología e innovación, necesitamos mayor inversión en proyectos intensivos en inteligencia y más emprendimientos ambiciosos. Para todo esto necesitamos más ciudadanos con mayores niveles educativos. Los países son ricos porque son educados, no son educados porque son ricos. Todo esto es un desafío para el nuevo gobierno, pero en realidad es una misión de toda la sociedad uruguaya.