No reiteraré conceptos políticos expresados en la previa al balotaje reciente. El presidente Lacalle Pou va cerrando una gestión notable expresada en todos los índices que colocan a Uruguay en la cumbre de las instituciones republicanas y el progreso económico y social continental. Tras superar depredadores casos fortuitos como el Covid, la devaluación argentina, y la sequía. Dejará a la República en mejores condiciones que las que encaró al asumir la magistratura presidencial.
Sobrellevó una oposición mentirosa y desalmada. Que no menguó ni ante una pandemia de gravedad sanitaria feroz. Todo el Frente Amplio fue partícipe de la agitación. Con el comunismo antihistórico y antinacional a la cabeza. El resentimiento y el odio son numen arraigado en la alianza frentista. Las expresiones de pretendida descalificación personal contra Lacalle Pou, pronunciadas por el “Pepe” Mujica al acercarse el día de votación, con lenguaje nacido de ese estado del alma, que no es cosa de motos, ni de tener más o menos plata, eximen de relatos. La hacienda pública le ha pagado a Mujica y su cónyuge cifras millonarias en dolares por los cargos públicos ocupados y sus jubilaciones. Es la ley. Si la gastaron jugando a la quiniela o comprando votos es cosa de ellos. Lo que no obsta a la exhibición del gastado disfraz del “presidente más pobre del mundo”, divulgado al viento por una leal claque periodística nacional y extranjera.
En 2005, el presidente Tabaré Vázquez electo por el Frente Amplio asumió la presidencia del país. El hasta entonces presidente colorado Jorge Batlle con heroica y lúcida gestión, superando las crisis de aftosa y de la debacle financiera argentina del 2002, entregó el mando con el país ordenado. Se desplegó por entonces una bonan-za en el precio internacional de las materias primas sin parangón histórico. Con mayorías parlamentarias propias -que el Frente tenía- se le pudo dar a Uruguay un salto notable hacia adelante como nación. No ocurrió. Habían 240.000 empleados públicos. Tras el segundo mandato frentista (2010-2015) con Mujica presidente, se habían agregado 60.000 designaciones más. Los desastres de gestión en Ancap, Pluna, la Regasificadora, etc., medibles en miles de millones de dólares arrojaron a la cuneta miles de metros cuadrados de viviendas, soluciones hospitalarias y aulas de construcción posible. Al mismo tiempo vivimos un crecimiento exponencial del delito y de presos, que se fueron hacinando en establecimientos, con una ausente edificación de nuevos recintos carcelarios. Con el país deslizado a la decadencia, se llegó al cambio electoral de paradigma presidencial con Lacalle Pou electo presidente en 2019.
Admiro la imaginación de los “periodistas” que ahora enumeran el programa del Frente Amplio de futuro. No existe. Por ir a citas puntuales de Yamandú Orsi, nuevo presidente que no destaca por sus fundamentos, queda dicho que será quien defina “personalmente” las cosas. Y, que “no habrán nuevos impuestos”, al tiempo que se mantendrán “los 60 años de edad” como causal para siempre de jubilación. El sistema de pasividades tiene próxima quiebra asegurada. Ver cómo ajustarán políticas con su contradictorio ministro de Economía “socialista” ya anunciado, será poético.
El empeño del candidato Álvaro Delgado y el resultado comicial merecen consideración aparte.