Tiene el tigre agarrado por la cola: ¿qué hacer con él?
Lo de Milei fue un batacazo. Confieso que me equivoqué y por partida triple: pensé que el debate lo había perjudicado, que los radicales difícilmente lo votarían y que su imagen era demasiado chocante: 0-3. Triunfo impactante.
Pero ahora, empieza otra etapa, completamente distinta.
La victoria de Milei fue político-personal, pero no político-estructural. Tiene la presidencia, pero solo la presidencia. La máxima responsabilidad a los ojos de la gente, el centro de todas las expectativas, pero sin el poder necesario para satisfacerlas.
Minorías parlamentarias (ínfima en el Senado), cero gobernadores, una maquinaria estatal que debe serle adversa (y sé lo que eso significa), poco equipo y nada de tiempo. Eso es lo peor: poco tiempo y nada de plata.
La pregunta política clave es: la ola de gente que lo llevó al poder, ¿lo va a seguir apoyando cuando vengan las medidas duras y demoren los resultados? Los que lo votaron, ¿no se considerarán cumplidos y pasarán a ser espectadores expectantes (y exigentes)?
Y Milei, ¿cómo hace para ir adquiriendo el poder que precisa y que no tiene? La Democracia es transacción, pero la transacción no es fácil y, además, tampoco es gratis. No ha mostrado el presidente electo grandes dotes negociadoras, (más bien lo contrario, que parecía darle resultados electorales), ni sus propues-tas son de fácil adaptación. Llegó por ser ultra: ¿intentará gobernar a lo ultra o estará dispuesto a pagar el precio de perder su allure, transando?
¿Y los otros, que también juegan? ¿Los peronistas (kirchneristas, massistas y sueltos)? Deben tener muy pocas ganas de colaborar y les quedó la provincia de Buenos Aires para tratar de atrincherarse y hacer fuerza para que Milei fracase. El peronismo es un fenómeno político-cultural único en la historia reciente: su capacidad de mutación y de “camaleonidad” es increíble. ¿Volverá a cambiar de piel? Macri, Bullrich y otros, sostuvieron que el triunfo de Milei será la desaparición del kirchnerismo: sí? Quién tendrá más fuerza, un Massa derrotado o los Kirchner y la Cámpora junto a un Kicillof victorioso? Salvo que el Poder Judicial dé una mano, la destrucción política de CFK no es algo obvio.
Del otro lado, qué pasa con lo que fue (ya no es más), Juntos Por el Cambio? Puede fracturarse hasta en cuatro grupos. No es buena cosa para Milei y tampoco para el sistema político argentino, (más aún si el peronismo no se fractura). Me temo que la jugada de Macri-Bullrich haya costado la pérdida de un bloque de más de 90 diputados y 10 gobernadores: una fuerza que podía tener la llave de la política argentina. Ya no.
Están también los “Gordos”, que deben andar pensando si pueden acomodarse o si les conviene jugar al helicóptero. Y los empresarios: ¿cuántos tienen mucho que perder si el nuevo presidente consigue hacer lo que prometió? ¿Están para vivir a la intemperie, sin protección, sin subsidios, sin bicicletas financieras, sin contratos estatales?
Grandes fuerzas, políticas, económicas y sociales tienen mucho para perder y la mecha es corta: la híper está ahí, la caja vacía y millones (literalmente), de personas que reciben del Estado: estipendios directos, subsidios, directos y encubiertos y una protección absurda.
¿Habrá suficientes héroes en el Parlamento para votar lo que hay que votar? Y, ya que estamos, el Poder Judicial tendrá lo que se necesita para cumplir el rol de cirujano a fondo que requiere la realidad de corrupción generalizada que vive la Argentina?
La vara está altísima y el presidente tiene una garrocha corta. Es sabido que la política se mueve más por odios que por amores. Difícil imaginar que el entusiasmo eufórico del domingo 19 se mantenga y que sobre eso Milei pueda forzar sus políticas.
Por otro lado, estamos ante un caso poco común: un populista de derecha que tiene que remover realidades creadas por un populismo de izquierda.
Para enfrentar situaciones dramáticas es frecuente (por útil), echar mano a enemigos: Néstor Kirchner lo hizo ad nauseam, Perón también. Si fuera esa la ecuación, no sería tan difícil: atacar a los ricos. Fórmula infalible. Pero Milei no tiene esa posibilidad. No le encaja.
Dijo que el ajuste lo pagará la política. Pero eso, en concreto (en plata), ¿qué es? Está bien, terminar con el despilfarro y la corrupción, pero no será ni suficiente, ni lo necesariamente rápido. Como las otras tablas de salvación: la soja y Vaca Muerta, pueden resultar too little, too late.
Algo similar le ocurrió a Macri, cuando creyó que sus políticas provocarían una inundación de inversiones. Los inversores van a querer ver cómo se desarrolla la cosa. Más allá de algún audaz, que quiera aprovechar gangas y pichinchas, los grandes (y serios), no tendrán apuro. Máxime cuando muchos se quemaron los dedos con Macri.
La realidad argentina tiene una mecha muy corta.
No olvidemos que, desde Marcelo T. de Alvear hasta hoy, solo un presidente no peronista terminó su mandato.
Deseo fervientemente volverme a equivocar. No olvidemos que un fracaso de Milei probablemente signifique el entierro de las ideas liberales, por mucho tiempo.
Como decía madame Laetitia, “¡Pourvu que ça dure!”