Cuando a la salida de su casa en Salinas, el domingo pasado, un periodista preguntó a Yamandú Orsi si tenía preparado un discurso en caso de ganar la elección, contestó que no, que en una situación como esa, “el corazón manda”.
Creo que fue una buena síntesis de la decisión soberana de la jornada.
Primó el voto con el corazón. Hasta el 27 de octubre, las disonancias en filas frenteamplistas eran tales, que resultaban inocultables hasta para sus comunicadores y politólogos afines. Se enredaron de manera pocas veces vista con las AFAP, los impuestos, Maduro, etc., intentando un discurso neutro que involuntariamente se contradecía una y otra vez.
En términos de marketing, se puede decir que tenían una marca muy fuerte y un producto débil. Y no me refiero solo al candidato, que empezó bajísimo y luego lentamente se fue empoderando. Las famosas bases programáticas también eran un producto vulnerable.
La primera vuelta fue una victoria pírrica para la coalición, porque sus cien mil votos de más no impidieron que el FA obtuviera la mayoría en el Senado. Ojalá las añosas adhesiones partidarias y la cortedad de miras de más de un caudillo departamental no impidan que de ahora en más se avance hacia el lema común. Mentira que la estrategia de candidatos múltiples hacia octubre es beneficiosa: quedó demostrado. La más que razonable campaña confrontativa de Ojeda contra Delgado, en su puja por entrar al balotaje, obviamente incidió en la posterior fuga de votos colorados. No se puede borrar con el codo, en 20 días, lo que se había escrito con la mano tres meses antes.
Pero, además, debo decir que la campaña publicitaria de la fórmula Delgado-Ripoll, rumbo a la última elección, no fue feliz. Creo que sus responsables menospreciaron la importancia de la televisión, que sigue siendo un medio clave para alcanzar un público despolitizado, de menor nivel sociocultural, muy identificable con el de los indecisos estructurales. Allí la campaña de Orsi fue prolijísima: realizó varias piezas testimoniales mirando a cámara y prometiendo cosas concretas: aumentos a los jubilados, becas para los estudiantes, etc., etc. Mientras tanto, los spots de la Coalición que vi repetidos hasta el hartazgo fueron tres: en uno, Delgado decía con gesto grave y baja energía qué pasaría si volvía otra crisis como la de la pandemia (Orsi prometiendo cosas lindas y Delgado invocando a la soga en casa del ahorcado). En otro, los líderes partidarios de la coalición aparecían vociferando en actos públicos (primera ley de la comunicación política: los gritos desde el estrado son para las apariciones en vivo, no para aturdir a quien mira la tele en el living de su casa). Y en el tercero, a mi juicio el más desafortunado, se mostraban imágenes de archivo de las fórmulas triunfadoras en el balcón del Palacio Estévez, desde 1984 hasta ahora, cerrando con una cámara subjetiva del propio Delgado. Esa pieza fue elogiada por algunos periodistas, pero la verdad es que no llegué a entenderla nunca. ¿Por qué esa idea valdría para Delgado y no para Orsi? Fíjese el lector la diferencia: el candidato del FA hablando a cámara sobre temas concretos que interesan al indeciso, mirándolo a los ojos, y el oficialista apareciendo en una especie de sucesión dinástica de celebración del poder. Un desastre. Lo insólito es que nunca vi en televisión un extraordinario spot que se vio en redes sociales, donde se alertaba a la gente sobre “los que van a tocar a tu puerta” y se oponía impecablemente la cultura negativista del FA con la constructiva de la coalición.
Por qué esa pieza clave, excelentemente enfocada estratégicamente, no salió por televisión, que hubiera sido recibida por su público más indicado, es algo que no entendí ni entenderé.
Para completarla, las banderitas que uno veía por todos lados en los autos eran la del Partido Nacional, ¡incluso muchas de ellas con la efigie de Aparicio Saravia! ¿Cómo querían conservar votos colorados, independientes y cabildantes con ese sectarismo?
¿Digo con eso que la fórmula oficialista perdió por estos errores de comunicación? Claro que no. Si tantos deslices cometidos por el FA no impidieron que ganara, estos tampoco explican por sí solos la derrota oficialista.
La razón de fondo tiene que ver, y en esto coincido con lo mucho que se ha escrito en estas páginas, con lo cultural.
Pero no se trata de entablar una batalla de polarización contra el lugarcomunismo. Eso en Argentina funciona porque la izquierda los llevó a una debacle económica sin precedentes. Echaron a los militares cuando perdieron la guerra de las Malvinas y ahora hicieron lo mismo con el kirchnerismo porque los mató de hambre.
En Uruguay, la concepción marxista de un estado tutelar no se combate con el insulto ni con la descalificación. Al contrario: ambos la fortalecen.
Acá hay que empezar por consolidar un bloque republicano y dotarlo de los atributos emocionales de los que carecen los atomizados partidos que lo conforman.
El producto es mejor: ahora hay que construir la marca.