Las imágenes que hemos visto sobre la situación en Israel dan cuenta del cruento operativo llevado adelante por el grupo terrorista Hamás en que cientos de personas fueron asesinadas, torturadas y secuestradas. Algunas de esas imágenes como el festejo sobre el cadáver de una mujer, niños secuestrados en jaulas y otras que es mejor no describir se complementan con la deleznable actitud de los perpetradores de estas atrocidades.
Al momento de escribir estas líneas la cuenta de personas asesinadas y secuestradas sigue en aumento, así como las muestras de dolor ante tanta perversidad desatada sobre personas inocentes. La condena no solo puede y debe ser unánime y sin atenuantes, sino que además debe ir unida al respaldo al Estado de Israel en esta lucha que libra por su existencia frente a enemigos inmisericordes que quieren eliminarlo del mapa. Las congojas con peros no sirven y menos aún las insólitas declaraciones antisemitas de personajes deplorables co-mo Evo Morales o Gustavo Petro.
En nuestro país no faltaron tampoco los comunicados vergonzosos. El Partido Comunista realizó un espanto de declaración en que sin que venga a cuento de nada se equipara a las partes, se condena al Estado de Israel y afirma que solo “El pueblo palestino tiene derecho a vivir en paz”.
En este comunicado miserable se encuentra buena parte del problema. En primer lugar, en muchos de quienes se niegan a condenar sin cortapisas el atentado hay una buena dosis de antisemitismo que les cuesta disimular. En segundo lugar, no es equiparable una democracia liberal en que rige el Estado de Derecho como Israel, que sus enemigos terroristas que entienden legítimo todo medio para exterminarlos. Israel, como Estado, puede cometer errores, pero sus autoridades están sujetas a controles y contrapesos, deben cumplir con la ley y respetan el derecho.
Aquí, por tanto, hay un tema ético insoslayable que es que las posiciones no son equiparables por más tendencia a desdibujar el asunto que exista en buena parte de quienes comentan el conflicto. Israel es un país que forma parte de lo mejor de nuestra tradición judeocristiana y, de un concepto que muchos temen usar pero que debe ser revalorizado: Occidente.
Israel defiende los derechos humanos propios y ajenos, por eso no ha utilizado todo su potencial bélico como sí lo hubieran hecho sus enemigos en caso de poder hacerlo. La diferencia es tan simple como la distinta valoración de la vida y los derechos de las personas, que hacen que unos actúen con los límites que les dicta su conciencia y otros desaten el horror sin miramientos. Los terroristas de Hamás utilizan a la población palestina como escudo humano y ahora lo harán también con quienes secuestraron, algo que nunca haría el Estado de Israel. Por lo tanto, aquí debe quedar claro que la causa israelí es la causa de la civilización y la libertad frente a la barbarie de quienes pretenden el exterminio del enemigo.
Todo lo anterior es evidentemente claro, pero la corrección política lleva muchas veces a callar lo obvio. Bien escribió Dante que: “Los confines más oscuros del infierno están reservados para aquellos que eligen mantenerse neutrales en tiempos de crisis moral” Yo no quiero ni puedo callarme, estoy con Israel.