Confiar no es pecado

Compartir esta noticia
SEGUIR
diego echeverría
Introduzca el texto aquí

La Política con mayúsculas la hacen políticos. Después están quienes la ejercen con minúsculas. Esos son oportunistas, hijos de las circunstancias y demagogos que hablan para la tribuna.

El caso del ex custodio del presidente Lacalle Pou y sus repercusiones públicas han exhibido un estado de situación como sociedad.

El hecho generó reacciones previsibles. De apoyo unos, de ataque otros. Apoyos y ataques transversales, de propios y extraños.

Y eso ha sucedido, entiendo, porque la situación no es una situación política, es una situación que lleva a la raíz de nuestra condición humana y de nuestra cultura como sociedad.

Tiene por base la condición antropológica. Porque todos hicimos, consciente o inconscientemente, el ejercicio de ponernos en el lugar del Presidente. en ese lugar donde nos traicionan, donde quiebran la confianza que depositamos en alguien. Todos estuvimos ahí, y sabemos que de la traición no escapa nadie en una sociedad, ni el primer mandatario.

Las relaciones humanas a lo largo de los siglos han evolucionado, han ido mutando. Los contractualistas oscilaron entre dos convicciones respecto al hombre: el hombre bueno o el hombre malo. Sobre la base de esa convicción, la desconfianza o la confianza.

Luis Lacalle Pou siempre ha sostenido que no comparte la visión hobbesiana del hombre lobo del hombre, de que el hombre sea esencialmente malo. El confía en esto que somos. Y creo que es una actitud ante la vida que lejos del rechazo, es regocijante.

Por eso, es infame colocar al Presidente en el papel de acusado, de culpable. En todo ámbito de la vida, el pecado no es confiar, el que está mal es el que traiciona la confianza. El que peca es el traidor, no quien confía.

Claro que algunos tendrán derecho a elegir otra posición, y no será una posición sobre este caso particular, será en todo caso tributaria de pensar que el hombre es esencialmente malo, que lo que debe primar en nuestras relaciones de comunidad es la cultura de la desconfianza, y ello también traerá conseciuencias.

Ante la duda, yo elijo confiar. Debe ser muy duro andar por la vida desconfiando hasta de las sombras. Y en el mundo político sería la génesis de una paranoia que alejaría y distraería.

El hombre, como dice Unamuno (me vino a la mente porque el día que escribo estas letras es su día) en su obra “Del sentimiento trágico de la vida” al describir “el hombre de carne y hueso”, razona sobre la no razón. Expresa que “el hombre, dicen, es un animal racional. No sé por qué no se haya dicho que es un animal afectivo o sentimental. Y acaso lo que de los demás animales lo diferencia sea más el sentimiento que no la razón”.

El hombre bueno confía, porque cree en la bondad. Es así. ¿Se equivoca al confiar? Es una pregunta capciosa. Porque ¿qué otra opción hay? ¿vivir sin confiar? ¿eso es vivir o simplemente transitar?.

Se podrá decir que el político debe tener tantos recaudos que podrían hacer de la desconfianza una herramienta.

Yo creo que no, que debe confiar. Y si se demuestra que en su confianza alguien anidó traición, deberá caerle con todo el peso de sus potestades. Porque dañó doblemente, por la cuestión de fondo y por mansillar su confianza.

La agenda moral siempre tiene pseudo paladines de la ética de la postmodernidad dispuestos a ir con su dedo señalador apuntando las miserias ajenas, los errores que ellos desde su soberbia moral y superioridad intelectual jamás cometerían. Todo es sencillísimo desde la zona de confort del que no se pone en zapatos ajenos y habla con el cinismo del que construye castillos en el aire. Dicen “yo hubiera actuado así”, “yo hubiera tomado tal acción”. Con el diario del lunes todo es tan fácil…..y a la izquierda le encanta el diario del lunes, parecería que es el único día que lo leen.

Nadie, de ningún partido está libre de tener en sus filas personas que traicionan la confianza.

Cuando el custodio de una Diputada del MPP fue imputado por tráfico de armas ella expresó “nos defraudó en la confianza”. Nadie está libre, y por lo tanto es reprochable los que hacían gárgaras de moral en ese momento y los que las hacen ahora. Seamos realistas, seamos sensibles, no entremos en “la chiquita”. Ponerse moralista con realidades ajenas es un facilismo inconducente, porque como dice José Larralde en uno de sus versos “nadie escatima salmuera cuando es de otro lomo el tajo”.

Que se investigue, que se llegue a la verdad, y si el ex custodio del Presidente es culpable de cualquier delito que pague su pena. Listo. Fin de la historia. El culpable eventualmente está ahí, no busquen otro. No es responable quien confía, que ya de por sí está sufriendo por la deslealtad. Salgamos de ese lugar para construir códigos de convivencia política. Nadie es inmune a la traición. Debatamos ideas, políticas públicas, medidas de gobierno. Pero no cometamos el pecado imperdonable de juzgar y señalar cómo debería sentir ese “animal afectivo” que somos, al decir de Unamuno.

Elevemos la mira, que el relativismo y la doble moral no se adueñen del debate. Porque propios y ajenos son muy diligentes en salir a señalar en otros lo que justifican en su casa. No hagamos una caza de brujas de lo minúsculo, un país se saca adelante coincidiendo, pero coincidiendo en lo bueno.

Confío en la bondad del ser humano, presumo que es bueno. La carga de la prueba debe estar en demostrar que se aparta del bien, si lo hace. Decía Don Miguel de Unamuno, al finalizar su obra que “los hombres andan inventando teorías para explicarse eso que llaman el origen del mal. ¿Y por qué no el origen del bien?”

Eso, reflexionemos sobre eso, con humildad y honestidad. Nos hará bien, nos hará mejores.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

premiumDiego Echeverría

Te puede interesar