Pocas veces en nuestra historia un gobierno llegó a su fase final con un gabinete ministerial tan desintegrado como el actual. Y pocas veces, por no decir ninguna, la diáspora de los ministros tuvo como única causa dedicarse de lleno a militar en la campaña electoral, como si eso tuviera más relevancia que la acción de gobernar.
De este modo, la administración de Tabaré Vázquez encara su último semestre con los restos de un elenco de gobierno que poco se parece al que con tanta fanfarria asumiera en marzo de 2005.
Entre la función ministerial y la actividad política, optó por esta última el ministro de Trabajo, Eduardo Bonomi, a quien el folleto propagandístico del Frente Amplio presentó como "quizás el dirigente más allegado a Mujica en los últimos diez años, a quien se suele asignar las misiones donde no está permitido fracasar". Otro migrante es el de Industria, Daniel Martínez, absorbido por la política desde los tiempos en que fue presidenciable del partido socialista y que ahora se postula a senador. También para lanzarse al Parlamento, el equipo de Defensa Nacional, integrado por el ministro Jorge Bayardi y su subsecretario Jorge Menéndez, abandonó una secretaría de Estado bastante complicada en los últimos tiempos. Asimismo, el director de Planeamiento, Enrique Rubio, que mucho prometió y poco hizo en materia de reforma del Estado, optó por cambiar su oficina por los tablados políticos.
Unos pocos representantes del gabinete inaugural permanecen en sus cargos, pero ello no significa que renuncien a hacer campaña en pro de la fórmula presidencial del Frente Amplio, como ocurre con los ministros Arismendi, Rossi o Muñoz -a punto estos dos últimos de abrir sus propias listas- que no pierden oportunidad de arrimar el hombro a sus candidatos.
En suma, esta diáspora ministerial es un indicador de que en el Frente Amplio escasea la cultura de gobierno y el sentido de la responsabilidad por el manejo del Estado. Asimismo, prueba cuanto temor y nerviosismo existe entre sus líderes ante una probable derrota en las próximas elecciones.
La mano indica que más vale asegurarse una banca en el Parlamento.