@|B´nai B´rith Uruguay ante los 30 años del atentado contra la Embajada de Israel en Buenos Aires.
El 17 de marzo de 1992, Buenos Aires se estremecía con una gran explosión sobre la calle Arroyo al 900. La embajada de Israel había sido destruida por un atentado terrorista que le costó la vida a 22 personas y dejó 242 heridos. Treinta años después, no hay ningún detenido por el hecho.
Irán y su brazo armado Hezbola perpetraron su odio por primera vez en América Latina. Dos años después, también en Buenos Aires, volverían a perpetrarlo contra la AMIA. Y la misma impunidad que antes y desde entonces.
Este jueves una delegación de alto nivel del gobierno de Israel está en Argentina para recordar la barbarie de 1992. En el resto del mundo, la memoria dirá también presente ante tanto crimen y tanta inacción. Porque no es que no haya sucedido nada en estas tres décadas desde el 17 de marzo de 1992. Sucedieron muchos hechos. Mucho esfuerzo dentro y fuera de Argentina para que la impunidad triunfara con creces. El asesinato del Fiscal de la causa AMIA, Alberto Nisman, rubricó esa ardua tarea de ocultamiento de crímenes aberrantes.
Este aniversario que marca 30 años en que se sacudió Buenos Aires por acción del terrorismo acontece, además, en un contexto hasta hace poco impensado. Este jueves 17 de marzo es la tercera semana en que Putin invadió Ucrania y se están cometiendo crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad, mientras el mundo mira y algunos dicen que con sanciones económicas van a detener una invasión brutal.
Así funciona la impunidad. Con indiferencia y complicidad, con silencio y sin coraje. El agresor se siente cómodo. Por ello, la memoria tiene que ser fuerte y recordar y tener presente los crímenes y a los criminales que los perpetran y los cómplices que no los detienen.
Este jueves recordamos a quienes fueron asesinados el 17 de marzo de 1992 en Buenos Aires, mientras escuchamos los ruidos de las bombas rusas cayendo en ciudades ucranianas, y condenamos a los asesinos con todas nuestras fuerzas ya que nadie podrá hacer que la memoria no perdure constantemente y condene a los bárbaros por siempre jamás.