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A un año de la tragedia en Israel

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Enrique Rotemberg | Montevideo
@| Cuando un individuo es víctima de una estafa siente decepción consigo mismo por haber confiado en alguien que ocultaba su verdadera intención.

Esto ocurrió el 7 de octubre de 2023, cuando el grupo terrorista Hamás invadió el sur de Israel cometiendo las atrocidades ya conocidas. Israel estaba en una etapa de diálogo con países árabes confiando que en la Franja de Gaza, territorio del cual Israel se retiró unilateralmente en el año 2005 sin dejar ningún ciudadano civil o militar, sus habitantes tenían sus necesidades cubiertas y vivían en paz, con cuantiosos ingresos de organismos internacionales como la ONU entre otros.

Cientos de palestinos cruzaban la frontera a diario para trabajar en los poblados y kibutzim del sur de Israel, muchos que dieron información a los terroristas; otros eran trasladados a los hospitales de Israel por los mismos pobladores que asesinaron o secuestraron, para una atención con riesgo o un tratamiento de mayor complejidad.

La reacción inicial de Israel sin superar el shock provocado ese día de festividad por el final de la lectura del Antiguo Testamento llamado Simjat Torá o alegría de la Ley y recomenzando la lectura en Bereshit (o Génesis en español), fue solicitar a los terroristas que los secuestrados sean llevados a la frontera y retornen a sus hogares. Todo continuó en forma de conflicto bélico, con importantes pérdidas humanas, materiales y trastornos emocionales para ambas partes, en una guerra no deseada ni provocada por Israel.

El grupo terrorista Hamás no es el único que sigue atacando Israel, también recibe misiles, cohetes, drones procedentes de Irán, Yemen, Siria y Líbano, lo que determina que todo el país viva en constante alerta. También ataques internos con armas de fuego, objetos cortantes, o vehículos que atropellan a quienes esperan un ómnibus o hacen guardia en un control policial. El Estado de Israel lo manejó interceptando la mayoría de esas armas aunque no pudo hacerlo con todas por la intensidad de sus lanzamientos, y actuaba con mucha precaución de no animar otro frente de combate.

El punto de inflexión fue el cohete que cayó en una cancha de fútbol en el norte de Israel matando e hiriendo niños. La tolerancia terminó y las Fuerzas de Defensa de Israel atacaron a quienes integran el grupo Hezbolá, considerada la fuerza terrorista más poderosa en la actualidad. Sus líderes ya no podrán sembrar el odio ni ordenar matar, violar o secuestrar inocentes, en Israel o en el mundo, lo mismo sucederá con Hamás.

A casi un año de la tragedia en Israel lo que el mundo civilizado espera es el retorno de los secuestrados con vida a sus hogares, el fin de la guerra y dar vuelta esta triste página de la historia.

Las víctimas son los secuestrados, los que fueron asesinados o heridos en este conflicto, quienes perdieron sus hogares, sus trabajos, sus bienes y el planeta Tierra que, al igual que aconteció después de la caída de las Torres Gemelas, se deterioró.

No lamento por los terroristas muertos considerados por muchos medios informativos como víctimas civiles, ni por los civiles que a cambio de dinero o por convicción usan sus casas para retener secuestrados, acumular armas o cavar túneles en cuartos de niños decorados con lindas pinturas infantiles, pero que conservan metros bajo tierra la sangre de seis jóvenes asesinados con crueldad tras haber subsistido 11 meses en condiciones deplorables.

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