@|Los asentamientos urbanos son una vergüenza nacional que el sistema político en su conjunto ha sido incapaz de resolver.
Hoy asistimos al penoso espectáculo de interminables discusiones sobre el origen de los fondos, con los cuales se financiará la construcción de viviendas para los más necesitados. Parece que la única solución sería desvestir un santo para vestir otro, postergando al Instituto Nacional de Colonización; es decir que el financiamiento de las necesidades de los pobres urbanos, la deben pagar los pobres del ámbito rural.
Mucho se ha dicho que:
Que los uruguayos somos solidarios.
Que somos mayoritariamente progresistas.
Que deben pagar más los que ganan más.
Que debe imperar la justicia tributaria.
Que tenemos un sistema de salud ejemplar.
Que cuidamos a nuestros viejos.
Nos peleamos por ser herederos de Batlle, de Saravia o de Frugoni.
Pero nuestros pobres viven en chiqueros, en zonas inundables, en el fondo de las ciudades para que quienes nos visitan no los vean.
Basta de tanta hipocresía social.
¿Somos solidarios? ¿Cumplimos con la Constitución dando vivienda digna a los menos favorecidos?
La vivienda higiénica forma parte del cuidado de la salud. Dejemos de discutir por 30 millones de dólares del Instituto Nacional de Colonización, que no alcanzan para nada; tengamos una actitud generosa en serio. Pues, mientras más del 50% de nuestros niños viven en la más indigna pobreza, en setiembre todos los años, devolvemos 120 millones de dólares cobrados en exceso para el FONASA; ese dinero lo pagamos quienes ganamos más, es decir con mayor capacidad contributiva. Ya vivimos más de un año y medio sin ese dinero, ¿no sería el momento de destinarlo a eliminar los asentamientos en lugar de devolverlo y crear un fideicomiso con él? El cual sería administrado por una Junta Honoraria, integrada por profesionales universitarios jubilados, que de esa manera devolvieran la educación terciaria recibida y pagada por el Estado uruguayo.