@|Estimado lector, ¿no considera indignante lo nuevo que acaba de ocurrir?
¿No es una falta de respeto a todos los avances y conquistas que con esfuerzo, persistencia y heroicos sacrificios se había logrado con el lenguaje inclusivo?
La única explicación para tamaña agresión es que no haya sido un olvido involuntario sino una decisión adrede que busca escalonar los logros y el éxito comercial de la iniciativa en diversas etapas.
Resulta que se vino el día del hijo. Y surge la pregunta ineludible que clama al cielo, ¿y qué pasa con las hijas? ¿Acaso todo ese enorme sector de personas que nacieron féminas ha sido discriminado y dejado de lado? ¿Todo ese contingente de heroínas, quizás algunas ya madres, debe ser olvidado y despreciado como si volviéramos a recrear las épocas de Esparta o del medioevo, en las que nacer hija y no hijo conllevaba decepciones, despeñamientos y cuestionamientos descomunales como los ocurridos con Enrique VIII y el cisma católico-anglicano? ¿No es injusto festejar el día del hijo varón, macho bien macho, y relegar a la hija como si fuera un adorno decorativo?
Me sorprende la pasividad del feminismo y de los anti-discriministas hasta la fecha…
¿Cómo no se han agrupado con cacerolas, piquetes, marchas y ocupaciones para criticar tan descomunal atropello?
El lenguaje inclusivo se ha visto vulnerado y burlado. La única forma de remediar esta injusticia atroz y tremebunda es programar en forma urgente e inmediata el día de la hija. Y para luego redondear las cosas y así dejar a todo el mundo contento, lanzar sin demoras el día del hije, hiji o hiju según lo determine la mayoría, por medio de un plebiscito (también urgentemente convocado).