Autarquía

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@|“Los extremos se juntan”; esta expresión hoy es pasado, son las autocracias que se mezclan obscenamente en muchos gobiernos. Porque el populismo no tiene izquierda o derecha, puede tener una vestimenta, “democrática o dictatorial”, lo que tienen en común, al igual que el nazismo y el comunismo, es que hablan del y en pos del pueblo, cuando siempre es el gran perjudicado (vgs: Venezuela, Argentina, Bolivia, Rusia, China, EE.UU. de Trump y más). Hoy el comercio forma parte del control del poder, el asistencialismo hipócrita se completa con el ego en muchos aspectos, por sobre todo cerrándose al mundo. Esto constituye la nueva utopía del populismo del siglo XXI.

Brasil en dictadura y luego con la llegada de gobiernos populistas, se cerró al mundo y mantuvo en la ignorancia al pueblo.

La Argentina, no solo no es creíble para los inversores extranjeros, sino que en una falsa protección del proletariado, cierra sus exportaciones, cierra más fuentes de trabajos, sumando a las ya perdidas. Lo hace directamente con prohibiciones o sumando nuevos impuestos, como las retenciones. En efecto, no protegen al pueblo, protegen a los industriales que no invierten en mejorar la competitividad de sus industrias, por el beneficio que esta política les proporciona o cómodamente desestimulan al productor.

Venezuela perdió la oportunidad de ser el nuevo rico de América, de afianzarse por medio del desarrollo intelectual de su pueblo y el respeto a las instituciones. En su lugar, la falsa democracia la convirtió en un narco-populismo que destruyó los medios de producción.

Rusia se convirtió en un estado autárquico sin desarrollo, sin potencial sostenible.

China cuenta con dos mundos, el capitalismo para el mercado exterior, pero basado en un transpersonalismo, explotación de su pueblo por medio de mano de obra esclava.

Trump pretendió llegar a la autarquía atacando las bases del sustento de la economía estadounidenses, cerrándose al mundo, con lo que consiguió la desvalorización de su moneda y atacar la libertad de expresión de la prensa y el pueblo. La integración latinoamericana fue soñada por grandes emprendedores, entre los que se encuentran Bolívar y San Martín y destruida por políticos alejados de su esencia y de sus pueblos.

Estos olvidaron que son parte de ese pueblo, son sus servidores y no sus dueños. Olvidaron que el conocimiento lleva al desarrollo, fomentaron la ignorancia, sustituyeron la empatía social por el egocentrismo, la soberbia, y la corrupción. Se ufanan de una gran falsedad el “si me encierro, protejo la industria nacional”. Por el contrario, si me cierro del mundo prescinde de mí.

El comercio es el medio de subsistencia social, no un fin en sí mismo. Hoy se escapa del dominio del Estado, en lo macro y en lo micro, su lugar es de control, no de disposición.

El aislamiento, provocado por los gobernantes autócratas y ambiciosos, a mi entender, atenta contra los ciudadanos y la sociedad toda.

El gobernante que se olvida que es simple inquilino del poder, que presta su trabajo al servicio del pueblo, que su actuar no puede estar signado por acciones tan espurias como la soberbia, la ambición y la corrupción, solo se puede sostener mediante la explotación de los ciudadanos a quienes se comprometió a servir. Todo ello influye en la integración de los pueblos.
En relación al Mercosur, éste es una herramienta de integración extraordinaria, sin uso, llena de metas fijadas y no cumplidas, causa las iniquidades de sus socios.

Cuando despierta un halo de esperanza para ampliar sus fronteras e integrarnos al mundo, estamos pendientes que en Brasil gane Lula para enquistarse junto a Argentina; por su parte Paraguay, se retrae por miedo de perder la navegación en el Paraná.

Políticos autócratas solo pueden generar involución para sus pueblos. Lo político no está por encima de lo jurídico, pues con esa posición estamos creando la autarquía del siglo XXI. Menos aún la política está al servicio de quienes ejercen el poder.

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