José Dapiane | Montevideo
@|Antes de desarrollar mi idea, quiero dejar en claro que no estoy en contra de las mujeres ni tengo una opinión personal a favor o en contra de Graciela Villar o Valeria Ripoll. Mi reflexión apunta exclusivamente a la importancia de la preparación, trayectoria y experiencia como requisitos esenciales para quienes aspiran a ocupar cargos ejecutivos de alta responsabilidad, independientemente de su género.
En las elecciones de 2019, la decisión de Daniel Martínez de elegir a Graciela Villar como su compañera de fórmula generó desconcierto. Fue una elección difícil de comprender para muchos, y podría argumentarse que influyó negativamente en los resultados del Frente Amplio (FA). Sin embargo, en las elecciones siguientes, el FA pareció haber aprendido de esa experiencia, presentando una fórmula basada en los candidatos más votados, con claridad y sin titubeos, lo que fortaleció su propuesta.
En contraste, en las recientes elecciones, Álvaro Delgado parece haber cometido un error similar al de Martínez al seleccionar a Valeria Ripoll como su compañera de fórmula. Nuevamente, esta decisión dejó a muchos desconcertados, causando que algunos simpatizantes del Partido Nacional se inclinaran hacia otras filas dentro de la Coalición. Además, muchos militantes históricos del partido se sintieron relegados o menospreciados.
Por si fuera poco, Valeria Ripoll presentó una lista a diputados, una movida que parecía arriesgada, evidentemente mal asesorada y que terminó evidenciando la falta de apoyo significativo a su candidatura. Tras los resultados, con la derrota en el balotaje, es inevitable preguntarse cuánto influyó esta decisión en el desenlace. Nunca sabremos con certeza qué habría ocurrido si la fórmula de la Coalición hubiera sido Delgado/Raffo, una dupla que muchos percibían como más natural y representativa.
En conclusión, la elección de los candidatos no debe basarse solo en estrategias de corto plazo o en apuestas personales, sino en criterios sólidos como la trayectoria, la experiencia y la capacidad para generar confianza en la ciudadanía. Esto aplica tanto para hombres como para mujeres, y de ello depende en gran medida el éxito de cualquier proyecto político.