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Carta a la opinión pública

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Magdalena Hermida | Montevideo
@|Ante la presente marea de opiniones encontradas sobre las declaraciones del Dr. Briozzo:

Como uruguaya, médica y cristiana quisiera puntualizar algunos términos y derivaciones de sus expresiones. No pretendo abrir debate, sino dejar la opinión de una uruguaya,y lo que espero de los gobiernos elegidos democráticamente.

La salud es un preciado don individual. Es un derecho humano tener acceso a un buen control y mantenimiento de la misma. Nos ha tocado vivir un tiempo de catástrofes y guerras, donde todo esfuerzo a veces se ve menoscabado por la gravedad de las situaciones. Sin embargo, la lucha por el acceso a la salud, en estos territorios, va de la mano con la lucha por la vida.

Como médico, al igual que el Dr. Briozzo, valoro la vida. Trabajé por años, y continúo militando a favor de la dignidad de mis coterráneos; sin distinción de sexo, edad, orientación religiosa o sexual.

El Dr. declara: “La ley ha demostrado que ha sido un avance en términos de derechos y yo diría, de felicidad pública, porque las nuevas generaciones ya no tienen presente la angustia y terror que causaba un embarazo no deseado hace 15 años atrás, que podía llevar incluso a la muerte de la mujer. Es un cambio cualitativo en términos de derechos y de equidad, y esto es indiscutible. No obstante, todas las leyes son mejorables, y ésta también”.

Es muy discutible e inaceptable la declaración de que la despenalización del aborto trae felicidad pública. Utilizar el aborto como un método anticonceptivo es inaceptable, desde la visión del derecho a la vida. Lo preocupante de esta declaración es que no condice con el aumento de suicidios e IAE en las poblaciones más jóvenes. Y no lo digo por la secuela emocional que dicho procedimiento pudiera tener, y que se niega desde los defensores de la despenalización; sino porque algo está pasando, y evidentemente el aborto no lo está solucionando con su supuesta felicidad en las nuevas generaciones.

Que se necesita mejorar la educación sexual en los niños y adolescentes, estamos de acuerdo. La mayoría de las familias donde hoy continúan naciendo uruguayos son vulnerables y no tienen todos los elementos para brindar dicha educación. Y hablo de educación sexual integral, no meramente ideológica, que es el sesgo que a veces no es compartible. Una educación basada en lo biológico y en los límites y respeto a los límites del otro. Una educación biológica y emocional, sexualidad propiamente dicha.

Tanto las personas pro vida, como el lector, estarán de acuerdo con que es la realidad que se necesita abordar.

Una minoría de niños y adolescentes uruguayos tienen posibilidades de acceder a dicha educación familiar. No es posible pararnos en un no.

El abuso sexual infantil y adolescente sigue en escalada, producto de la desinformación en derechos de las poblaciones. El comercio de personas sigue en aumento. Eso es lo preocupante. El estancamiento de los nacimientos en Uruguay es igualmente inquietante. Esto es lo que se debería abordar desde los gobiernos; ponerse a trabajar en mejores políticas sociales, gestionar planes educativos donde se contemple la integralidad del ser humano.

Permítame añadir que la felicidad pública no es acceder a un aborto sin el fantasma de la penalización legal. La felicidad pública es un plato de comida, acceso a la salud y a la educación, acceso al trabajo. Enseñar a pescar, como dijo el expresidente Mujica, y no dar el pescado. Claro, a corto plazo lo segundo pone contenta a la gente, pero no generamos insumos para que Uruguay pueda desarrollarse como país. Insumos humanos que ya tenemos en el debe con más de cien mil abortos en estos años.

Una tremenda incertidumbre como país es cómo promover el desarrollo de Uruguay los próximos años. Desarrollo humano, social, productivo. El tema debería ser prioritario, porque esa es la felicidad de una nación.

Solo quería plantear mi punto de vista, como uruguaya. Agradezco la oportunidad de poder hacerlo, como ocurre en toda democracia.

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