@|El pasado miércoles 26 de octubre, una Sra. argentina de unos 65 años, llegó en barco a Montevideo.

Al llegar al puerto, desembarcó conduciendo su camioneta VW Tuareg, y se dirigió por la Rambla con destino a Punta del Este.

A la altura de Malvín, aproximadamente al mediodía, notó una anomalía en el accionar del vehículo; paró, bajó y constató consternada que una cubierta posterior estaba pinchada.

A los pocos minutos, aparecieron dos hombres en una moto – que obviamente la venían siguiendo desde el puerto – le arrebataron la cartera en la que llevaba todo su dinero, documentos, tarjetas de crédito, etc. y desaparecieron raudamente.

Entre los cientos de vehículos que circulaban por la Rambla a esa hora, sólo uno se detuvo; y su conductor, viendo el estado de angustia e indefensión de la víctima, le colocó la rueda auxiliar, la acompañó a la Seccional 14 para hacer la denuncia correspondiente (este trámite por problemas informáticos tardó unas 3 horas), la contactó con el Consulado argentino, la acompañó a una gomería (la cubierta estaba tajeada y no tenía arreglo) y finalmente la dejó en un hotel.

La víctima le agradeció llorando y le comentó que lo primero que haría al llegar a Punta del Este sería poner su apartamento en venta, difundir entre sus conocidos en Argentina lo lamentablemente acontecido para que otros no pasaran por lo mismo y no volver nunca más.

Esta modalidad delictiva se repite todos los años, cada vez con mayor frecuencia y está horadando nuestras posibilidades turísticas y nuestra imagen de país seguro. ¿Es tan difícil prevenirlo?

Recordemos que son solamente dos desembarcos diarios y que los puntos vulnerables donde se puede atentar contra las cubiertas de los autos son la bodega del barco, que suponemos está vigilada y después 6 o 7 semáforos eventualmente peligrosos.