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Datos, cifras, estadísticas y realidad

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Nicolás Etcheverry Estrázulas | Montevideo
@|Terminaron las internas, y con ellas algunas conclusiones:

Si deben seguir siendo voluntarias u obligatorias no debería ser una opción entre liberalismo y republicanismo. Es una errónea oposición; se puede ser un republicano a ultranza y promover a la vez la libertad de no ir a votar en una elección interna porque no seduce ni convence ninguno de los candidatos que compiten, o porque simplemente no se tienen ganas ese día. Después, que cada uno asuma responsablemente las consecuencias de su indiferencia y su omisión. No se trata de eso a mi entender, sino de elegir una mejor fecha para realizarlas, no hacia adelante, sino unas pocas semanas hacia atrás. Quizás pudiera estimular a una mayor libre y voluntaria participación ciudadana.

Por otra parte, es una frase común, dentro del mundo de la abogacía, que para resolver los problemas siempre puede haber dos o tres bibliotecas. Y es cierto, pues muchas de esas aporías pueden ser vistas y resueltas desde diversos puntos de vista, sin soluciones matemáticas ni absolutas. Se manejan dentro del terreno de lo opinable, lo interpretable y del libre albedrío.

En el terreno político pasa algo similar. Por eso sucede que los datos, las cifras y las estadísticas también pueden ser manejados e interpretados de diversa manera y conforme al punto de enfoque o de partida que se tome para analizar la información. Todas estas son cuestiones obvias y sabidas desde siempre. ¿Por qué traerlas de nuevo arriba de la mesa? Porque en este año electoral comienza la nueva etapa y porque - a partir de ahora - la manipulación, el sesgo, la opacidad, los espejos de colores, la exaltación de aspectos sensacionalistas pero intrascendentes, las frases bien armadas pero insustanciales, los slogans, lemas y consignas pueden inundar a nuestra población con tanta fuerza y avasallamiento como fueron las aguas que atravesaron las calles de Montevideo hace unas semanas.

Por eso, todos los que tienen un concepto definido y claro de lo que es democracia, estado de derecho, frenos y contrapesos en el poder, políticas de bien común, comprensión y respeto a una libertad responsable, se deberían comprometer a no mentir ni a dejarse engañar con datos, cifras, estadísticas o discursos y frases sin suficiente base, transparencia y objetividad. Ni tampoco dejarse llevar por frases hirientes, agresivas, insultantes que sólo promueven la división y el resentimiento.

Esto incluye manejar los avances tecnológicos con máxima prudencia para no caer en las peligrosas trampas de las “fake news”.

Por más que se presenten delante de muchos ojos y oídos, al final de cuentas, hay que tomarlos con pinzas y recibirlos como lo que son: simple información o imágenes que sirven de guía y orientación, pero que la realidad de los hechos y de las cosas puede tornarlos erróneos, falaces inservibles y desechables.

Al final de la historia, la realidad siempre podrá más que la información sesgada o que la retórica vacía, simpática o agresiva, falaz y tendenciosa. Ello puede llevar poco o mucho tiempo; todo dependerá de cómo cada uno vaya forjando, proyectando e interpretando esa realidad. Con prudencia, criterio y, valga la insistencia, con libertad y responsabilidad.

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