Debates vacíos

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@|Hubo tres debates políticos en la televisión brasileña para los siete candidatos a la presidencia. Entre ellos, había dos mujeres candidatas, Simone Tebet (MDB) y Soraya Thronicke (PSL). Muchas personas, incluido yo, pensamos que ellas estuvieron sobresalientes en los tres encuentros cara a cara, y todos y todas contra todos.

Fueron incisivas, mordaces en sus críticas, y dieron la sensación de ser las mejores preparadas para una discusión sobre asuntos serios: la inflación, la educación, la salud (con la pandemia en foco), el desempleo, la vejez, los impuestos, las tasas de interés, la disminución paulatina de la productividad del sector industrial, que pierde año a año su relevancia en el PIB nacional, el hambre y la desnutrición.

Según un estudio, en el segundo debate, solamente usaron un 6 % del tiempo total para hablar de esos asuntos estructurales. Es decir, la mayor parte del tiempo lo utilizaron para atacarse, intentando de esa forma denigrar al oponente, al enemigo. La polarización política llevó el debate a un grado de guerra, odio al opositor, en vez de haber sido exposiciones de líderes que tienen lógicas discordancias, discrepancias, divergencias por ideas políticas en cosas concretas y de interés público.

Algunos analistas también predican un empeoramiento del nivel intelectual del Congreso Nacional. Por ejemplo, en el último debate antes de las elecciones del pasado 2 de octubre, hubo un impostor de padre de la Iglesia Ortodoxa, el señor Kelmon (PTB), cuyo nombre no consta en la “Sirian Ortodoxa de Antioquía” como sacerdote, según informó la institución. La senadora Soraya Thronicke (PSL) lo apodó de “ni ni”, o sea, una persona que no trabaja ni estudia.

El pasado domingo 2 de octubre, acompañé a mi esposa a votar. Era una mañana de cielo nublado y grisáceo. Había un trajín fuera de lo habitual en domingos de calles desérticas en la ciudad de San Pablo. Casi nadie portaba camisetas o gorras estampadas con fotos de sus candidatos preferidos o con emblemas. Hasta eso estaba vacío, vacío de colores partidarios, de espíritu democrático, quizás consecuencia de la crispación general.

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