@|Existe una cita que algunos atribuyen a Bismarck y otros a Churchill que indica cuál es la diferencia entre la decisión de un político y la de un estadista: mientras aquel la toma pensando en la próxima elección, éste la asume en favor de las generaciones que vendrán, sin cálculos mezquinos ni estimación de costos políticos.
Esta reflexión corresponde al haberse cumplido los primeros veinte años de aquella jornada en que, el gobierno, encabezado por el Dr. Jorge Batlle, decretó Feriado Bancario que se extendería por cuatro días, buscó un “préstamo puente” del gobierno estadounidense, para recomponer las exhaustas arcas de nuestro Banco Central y rechazó enfáticamente las directivas que nos quisieron imponer desde el FMI, que implicaban dejar caer todo, devaluar y decretar el default o dicho en español: caer en cesación de pagos.
En esa pausa, se logró reestructurar el sistema financiero y luego instrumentar una idea o salida “a la uruguaya”, que implicó un canje de deuda pública. Nuestros vecinos y principales compradores de entonces, Argentina y Brasil, lidiaban con el corralito financiero y la convertibilidad uno y con la devaluación el otro.
El común de la población no tenía una cabal idea de los efectos del contagio regional ni cómo ello impactaría en nuestra situación particular. Un alto porcentaje de nuestros depósitos pertenecían a argentinos no residentes. La caída del Banco de Galicia fue el comienzo, luego el Banco Comercial, más tarde el Montevideo y el Caja Obrera…
Surgían las debilidades en los controles financieros y quedó también al descubierto una brutal estafa en los bancos privados… Todo se incendiaba y los representantes del FMI, “quemados con leche” por lo ocurrido en la vecina orilla, nos asimilaban a la Argentina y en su ignorancia, no habían llegado a advertir que nuestro país era muy distinto y la fortaleza de sus instituciones políticas, sociales, militares, gremiales y hasta religiosas lo demostrarían. Sólo era cuestión de brindar ese salvataje financiero.
Saldríamos adelante. La excelente historia de cumplimiento de las obligaciones asumidas, así como la determinación del gran estadista que estaba al timón en plena tormenta, evitaría el descalabro.
A nuestros acreedores no se les pidieron quitas, sino tiempo.
Así en el 2003, comenzó a funcionar el canje. Claro que el costo político de su propia colectividad partidaria fue tremendo, pero eso, es otra historia. Pues, como sabemos: “Lo primero es el país. Éste, debe estar antes que todo otro interés”. Alejado por cierto de Tabaré Vázquez que pedía el default y de todo oportunismo político, acompañado de un gran equipo evitó que nuestro país se sumiera en el desastre (basta con ver lo que está viviendo Argentina veinte años después de aquellas jornadas).
En esos días, el Uruguay -con sus técnicos de primer nivel, cada uno con su capacidad- supo jugarse por entero y honrar lo mejor de nuestra identidad nacional.
Entre las enseñanzas que dejó la “crisis del 2002” debemos rescatar el valor del diálogo y el entendimiento entre los distintos actores políticos y sociales, lo que ha fortalecido la institucionalidad republicana y democrática que hemos sabido construir.