Julio César Guevara | Montevideo
@|Hay dos verbos que a la izquierda política y a los sindicatos les resulta difícil digerir. Ellos son desindexar y flexibilizar. Dos conceptos que se entiende apuntan a afectar por un lado los intereses de los trabajadores y por otro a beneficiar a los sectores empleadores. Y a mi entender eso no es para nada así. No hay blanco ni negro.
Desindexar no debería implicar reducir el valor del salario real de los trabajadores.
Flexibilizar no debería violentar los derechos sustanciales de los trabajadores.
Me referiré en particular al meneado tema en estos momentos de asunción de un nuevo gobierno nacional en que, por una parte, el futuro Ministro de Economía y Finanzas anunció sus propósitos de desindexar los salarios y desde las propias filas del partido electo se alzan voces que claramente lo contradicen.
Pasaré a comentar una experiencia que el país vivió allá por la década de los 90, durante el gobierno del Presidente en ese entonces, Dr. Luis Lacalle Herrera y que recordarla hoy puede inspirar a la búsqueda de una salida exitosa a este enfrentamiento de ideas que, a mi juicio, nos presenta un camino muy incierto.
En las instancias referidas, vividas hace ya más de treinta años atrás, la inflación superaba el 100% anual y los ajustes salariales indexados la retroalimentaban cada cuatro meses, con ajustes que eran todos de dos dígitos.
Como ha sido tradicional en nuestro país desde el 85 en adelante, reinstalados los Consejos de Salarios con el devenir de la democracia, la medición de la evolución del salario real se hacía de la siguiente forma: si al arranque del período de referencia existía un salario índice 100 y a la fecha del siguiente ajuste (cuatrimestral) la variación del IPC había sido de un 12%, en el quinto mes el ajuste contemplaba ese 12% de la variación de precios al cual le agregaba un complemento por recuperación salarial que era el que más se discutía.
Fue entonces en esos tiempos que apareció un sistema distinto al utilizado en el pasado reciente, fruto de la creatividad y capacidad de dos técnicos vinculados a la temática, como lo eran en esos momentos los Economistas Javier de Haedo y Juan Manuel Rodríguez. El primero desde el Ministerio de Economía, que creo que en ese entonces era Sub Secretario, siendo el ideólogo del cambio y el segundo, como Asesor Económico del PIT CNT.
¿En qué consistía el cambio metodológico? El primer aspecto tenía que ver con no medir la caída del salario real tomando exclusivamente dos puntos como en el ejemplo antes expuesto. O sea, dejar de manejarse con el nivel del punto de partida y el del término del período de vigencia de ese ajuste, devolviendo la diferencia al salario para evitar así su pérdida de poder adquisitivo. El cambio propuesto y aceptado en ese entonces por el PIT CNT y las patronales, fue el de medir el salario real como promedio de cada período y en el siguiente asegurarse no solo de alcanzarlo sino en lo posible de superarlo para así darle al mismo un mayor poder adquisitivo.
El segundo aspecto tenía que ver con la periodicidad de los ajustes. Ni cuatro meses, ni tres, ni seis. El ajuste se daría a partir del primer día del mes siguiente al que se superase el 75% de la inflación del cuatrimestre anterior a la fecha del último ajuste y lo que se otorgaba al incremento a aplicar era el 75% de la variación del IPC correspondiente al cuatrimestre inmediato transcurrido.
En el arranque costó bastante digerir e interpretar el cambio, tanto para el sector patronal como para los dirigentes sindicales. Pero cuando se entendió su mecánica y objetivos, la fórmula fue aceptada pacíficamente por ambos.
Durante el período de dos años en que fue aplicada, resultó exitosa ya que contribuyó a evitar una indexación directa como la anterior, que conspiraba contra los esfuerzos que se venían haciendo para abatir los niveles de inflación de aquel momento y que ayudó a bajarla en más de 40 puntos mostrando a la vez un adecuado nivel de recuperación salarial.
Circunstancias políticas de aquel entonces y la imperiosa necesidad de abatir de manera más drástica la inflación llevaron, allá por el 92, al gobierno blanco de entonces, a interrumpir la convocatoria a los Consejos de Salarios desapareciendo la figura de la homologación que fue el factor determinante para que los mismos y salvo excepciones, dejaran de funcionar.
Como podrá apreciarse, analizar esta exitosa experiencia no implicó desindexar o lo que puede interpretarse como una rebaja de los salarios, sino que enseñó a las partes a medir de una manera más correcta el poder adquisitivo del salario, por períodos y no por fechas fijas caprichosas, buscando con ello su sostenibilidad y permanencia.
Si bien la realidad de la inflación y felizmente hoy es muy distinta a la de la década de los 90, no vendría mal profundizar en el análisis de una alternativa inspirada en lo que en su momento se hizo, para encontrar el camino más adecuado, a efectos de orientar la política a seguir en lo que respecta a la política salarial del futuro.