Dra. Diva E. Puig | Montevideo
@|Los uruguayos hemos lamentando la partida del Dr. Juan Andrés Ramírez, por todo lo que significó para el país en los distintos altos cargos que desempeñó.
Aquí me voy a referir a él desde otros lugares donde lo conocí, lo aprecié y lo admiré.
En primer lugar, cuando fue Asesor Letrado del Ministerio de Industria, Energía y Minería, donde también me desempeñaba, si bien en mi caso como Asesora Legal en Derecho Nuclear y Tratados.
En varias ocasiones, intercambié opiniones con él por temas propios del cargo. Lo primero que observaba en su rostro era una sonrisa que iluminaba sus ojos, acompañada de un afectuoso saludo. La conversación siempre fue muy agradable y fructífera. Siempre explicaba el tema objeto de la reunión con claridad, conocimiento y sin apuro. En otras oportunidades, quería interiorizarse más del Derecho Nuclear al ser una materia nueva.
También lo recuerdo siendo socio del querido y gran profesor mío de Derecho Internacional Privado, Dr. Ronald Herbert, que se fue muy joven.
Cuando ni el Dr. Ramírez ni yo estábamos más en el MIEM, me comuniqué con él en algunas ocasiones y siempre de ellas surgió algo positivo. Nunca dejó de atender a nadie, nunca dejó a un lado su educación y amabilidad y siempre compartió sus opiniones jurídicas sobre lo que se le planteara.
Recuerdo muy bien la que fuera la última vez que lo vi, hace ya un tiempo largo. Lloviznaba y nos cruzamos por la calle Mercedes. Iba con una gabardina beige. Me dispensó, como siempre, su amable sonrisa, interiorizándose sobre en qué andaban mis actividades en Derecho Nuclear.
Una persona que, además de brillante abogado y parlamentario, era a la vez amable, educado, culto y siempre interesado por su interlocutor.
Después de ello, solo tuve algún contacto telefónico con él y hoy me sorprendo con su partida.
Para el país fue un ciudadano ilustre, demócrata, brillante abogado y Decano de la Facultad de Derecho, excelente parlamentario, Ministro y candidato a la Presidencia de la República.
Para mí, fue un verdadero placer haberlo conocido y tratado.