@|Otra vez tuvimos un clásico con el clásico enfrentamiento entre las parcialidades tricolores y aurinegras.
Otra vez baños rotos, individuos exaltados que no van a ver un partido de fútbol sino a desatar su ira y su espíritu de venganza.
Lo que es evidente, es que el fútbol va perdiendo por goleada frente a los violentos.
Los servicios de seguridad del Estado dispusieron que 1.073 agentes policiales se hicieran cargo del control de todo lo relativo al partido, los asistentes al mismo y al entorno.
Según el jefe del operativo, el resultado fue positivo ¿?
El parte indica que en 16 ómnibus en que se trasladaron a socios de Peñarol, adquirentes de entradas para ingresar al Gran Parque Central, se produjeron serios destrozos. Las matemáticas indican que una cuarta parte de los hinchas eran violentos; que iban desde la zona del Mercado Modelo a la cancha dispuestos a todo.
La pregunta que corresponde es: ¿el policía que aparentemente iba a ser destacado en cada ómnibus, no pudo hacer nada? ¿No se debió por lo menos impedir el acceso de sus ocupantes a la tribuna? ¿No debieron ser conducidos a la Comisaría/Fiscalía para identificarlos y eventualmente procesarlos?
Si no se toman medidas drásticas, esto va a continuar y muy posiblemente empeorar.
Una sugerencia: concurrieron 2.200 socios de Peñarol, los cuales están identificados; ¿no se les debería suspender el ingreso a las canchas de fútbol por 6 meses o un año? Otro tanto se debió hacer con los socios de Nacional que destrozaron instalaciones del estadio Campeón del Siglo.
¿Qué pasó con las cámaras y el personal de seguridad?
El sistema creado en el pasado gobierno y sostenido por el actual ha demostrado ser un fracaso.
Es hora de un cambio profundo y de que los violentos dejen de ser los que marcan la cancha. Hay que enfrentarlos con todo el peso de la ley y no organizando “excursiones” de hinchas, llevándolos a la cancha y encerrándolos en lugares determinados. Las parcialidades tienen que respetarse mutuamente y ser controladas por las autoridades competentes.