Roberto Alfonso Azcona | Montevideo
@|Contra el lucro en la salud, contra la libertad, contra la gente.
El sindicalismo plantea la necesidad de “combatir el afán de lucro en el sistema de salud”, una postura recurrente en ciertos sectores políticos que ven en la rentabilidad empresarial un problema en lugar de una solución. Esta visión, basada en la premisa de que la búsqueda de beneficios económicos es inmoral o incompatible con la atención de calidad, justifica medidas de intervención estatal que, en última instancia, terminan perjudicando tanto a los pacientes como a los profesionales de la salud.
Medidas propuestas y su impacto. Las medidas sugeridas giran en torno a:
1. Mayor control estatal sobre la rentabilidad de los prestadores privados de salud.
2. Regulación de costos y tarifas para reducir el gasto de los usuarios.
3. Intervención en la gestión de los servicios para evitar que la ganancia prime sobre la atención.
En la práctica, estas políticas han demostrado generar escasez, burocracia y menor calidad del servicio. La obsesión por regular precios y márgenes de ganancia suele traducirse en menor inversión en tecnología, reducción de la competencia y desincentivo a la innovación.
Crítica desde el liberalismo:
Desde una perspectiva liberal, la rentabilidad en la salud no es el problema sino parte de la solución. Un sistema que permite la libre competencia entre prestadores fomenta la eficiencia y la mejora continua. El lucro es el incentivo que impulsa a las empresas a ofrecer mejores servicios, capacitar a su personal y adoptar nuevas tecnologías.
Por el contrario, cuando el Estado impone límites artificiales a la ganancia, los actores del sector buscan compensar esas restricciones reduciendo costos en aspectos esenciales: menos personal, menor inversión en infraestructura y largas listas de espera. En última instancia, quienes terminan pagando el precio son los ciudadanos.
El verdadero problema de la salud en Uruguay no es el lucro sino el exceso de regulación que ahoga la competencia y encarece el servicio. La solución no pasa por más intervención estatal, sino por más libertad para que los usuarios elijan y para que las empresas compitan por ofrecer mejores prestaciones.
Si queremos un sistema de salud eficiente y accesible debemos permitir que la iniciativa privada prospere, sin el freno de quienes ven el éxito económico como una amenaza en lugar de un motor de progreso.