@|La muerte de Maradona originó interminables comentarios de que fue “el mejor jugador de la historia”.
Es cierto que fue un jugador extraordinario, pero la cuestión es otra: la de afirmar algo sin tener en cuenta el contexto anterior.
Voy a recordar algo de esa historia y rememoro el Sudamericano de l957, en que grandes jugadores brasileños sienten el dolor del fracaso, al perder con Argentina 3 a 0 la final. Allí están abatidos: Gilmar, Bellini, Djalma y Nilton Santos, Didí y hasta un juvenil Garrincha. Están todos menos él.
Es una generación cercana a cumplir 30 años que perdió en 1953 esa misma final de Copa con Paraguay, y en 1954 cayó en el Mundial de Suiza. Es otra generación fracasada, pero aunque no lo saben, la historia cambiará...
Al año siguiente, para el Mundial de Suecia a ellos se agrega un adolescente. No juega al principio, pero actúa contra Rusia y luego viene el partido con Gales, en encuentro cerrado y no se podía derrotar al arquero Kerry. De repente, recibe la pelota de Didí, la detiene con su muslo, gira y pasa el balón por encima de un rival y cuando cae lo impulsa a la red.
Con ese gol extraordinario Brasil llega a la semifinal contra Francia, la de Kopa, Piantoni y Fontaine. Hace tres goles y Brasil gana 5 a 2. Luego la final contra el local, Suecia. También 5 a 2 y otros dos goles suyos. Decidió el partido más complicado y con sus 17 años (unos días antes del debut de Messi) es Campeón del Mundo. La generación frustrada alcanza la gloria.
Casi ignorado al principio del torneo, vuelve a Brasil como “Rey”.
Convierte al Santos, hasta entonces un modesto club, en doble Campeón de América y Mundial y el equipo más cotizado, porque lo querían ver a él. Es decisivo con sus maniobras y goles en finales contra Peñarol de Rocha, Spencer y Joya y contra Boca de Rattín y Sanfilipo y derrota dos veces al Benfica de Eusebio.
Inició el camino para el segundo título de Brasil, pero a golpes lo sacaron como luego en Inglaterra.
Cuando le ponían doble marca amagaba a encarar, para frenar y entregar la pelota a otro de sus compañeros hábiles, pero su talento creó las jugadas más geniales: el abrir las piernas para el gol de Jairzinho contra Inglaterra, dormir la pelota en el aire con el pecho para al caer marcar, la pared consigo mismo frente a Mazurikievicz, el gol suspendido en el aire contra Italia en la final, las habilitaciones a Jairzinho y Carlos Alberto siendo por tercera vez campeón del mundo.
Hubo tácticas para contenerlo, marcas dobles o escalonadas y golpes que aprendió a devolver. En el suelo hacía maravillas como Messi o Maradona y en el aire quedaba suspendido como Cristiano para cabecear. Hizo algo que nunca más sucedió: la pared contra la pierna del contrario y paredes consigo mismo. Gatti, dijo que “era insuperado e insuperable”. Y Menotti, que fue el mejor de la historia, “una mezcla de Di Stéfano, Maradona, Cruyff y Leo Messi”. Todo reunido en un solo jugador.
Se ha dicho que hay que separar al Maradona jugador del de su vida particular. Es cierto, pero también lo es que sus transgresiones fueron parte de su mito.
En cuanto a él, las nuevas generaciones ya lo van a conocer. Ocurrirá cuando muera, porque será cuando como futbolista quedará finalmente inmortalizado al revivirse la historia de lo que hizo para ser el mejor. Y no es necesario nombrarlo para decir quién fue.