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El Tren de los Pueblos Libres

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Alejandro Nelson Bertocchi | Montevideo
@|La conexión férrea entre Argentina y Uruguay se dio sobre la represa del Salto Grande y fue inaugurada por los generales Bignone y Álvarez el 25 de Agosto de 1982, cuando ambos países se hallaban bajo sendos regímenes de facto. Desde aquella hora, según alguna escasa crónica, el servicio internacional de trenes habría funcionado en forma intermitente finalizando el mismo en Febrero de 1985.

Fue así que las administraciones de Cristina Kirchner y José Mujica decidieron reinaugurar dicha conexión en Setiembre de 2011, entre lógicos bombos y platillos, bautizando la empresa como “El Tren de los Pueblos Libres”; un apropiado apelativo para aquellos tiempos de barullenta demagogia, donde el “todo vale” se imponía por sus respetos dentro de un mundo bien sazonado por el adoctrinamiento.

Empero todos sabemos su oscuro final, pues hoy solo es un montón de chatarra tirada sobre la estación de Carbo en pleno paraje entrerriano, convenientemente encubiertos su máquina y vagones, aunque librados para el candoroso solaz de niños y jóvenes vecinos de la zona.

Sobre las cifras monetarias que sus populistas creadores quemaron de los bolsillos del erario público nada se sabe prácticamente y por ello todo queda inscripto dentro de los dislates propios de gobiernos acostumbrados a las cuentas poco claras. Es que cuando se poseen mayorías parlamentarias casi todo se hace posible, siendo que con este tren livianamente se creyó instaurar un servicio que se haría inmortal y famoso.

Entonces, bien vale, tomando nota desde qué tiendas provino este notorio fracaso, extrapolar al lector una rememoración, entre comillas, sobre el hecho de que innumerables e importantes sucesos de corte histórico se han desarrollado sobre alguna vía; como la del galo bosque de Rethondes donde se tramaron dos armisticios, uno en 1918 y el restante en 1940, ambos muy dolorosos para alemanes y franceses respectivamente. Aunque sin duda fue el bautizado “tren de Lenin”, todo un presente griego que el káiser Guillermo II le arrojó a su primo el zar Nicolas II en 1917, para moverle el piso con una revolución, haya sido el más sugestivo recuerdo teniendo en cuenta las ideologías, si es que alguna vez muy difusamente la poseyeron, de quienes han escrito esta absurda y reciente página cuyos restos yacen en una escondida estación; allí mismo, dentro de la frondosa espesura de la hermana provincia de Entre Ríos.

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