@|El escorpión y la rana (fábula de origen desconocido, atribuida a Esopo).
“El escorpión le pidió a la rana que lo cargara para cruzar el río, la rana le dijo - ¿cómo se que no me picarás? El escorpión respondió: - porque haría que ambos nos ahogáramos. La rana aceptó; y a la mitad del río el escorpión picó a la rana. Cuando la rana le preguntó ¿por qué?, si los dos vamos a morir; el escorpión respondió: -es mi naturaleza”.
Fue con mucha alegría que nos enteramos de la publicación del libro “El último golpe tupamaro”, escrito por el ya fallecido Dr. Antonio Mercader.
Quienes disfrutábamos de sus editoriales en El País y mantuvimos un trato menor con él, recordamos su cultura, buen humor, y punzantes observaciones sobre la realidad nacional.
Desconocemos si el título del libro lo eligió él. Si fue así, es una prueba de su desbordante optimismo. Luego de los lamentables hechos que narra el libro sobre los sucesos del Hospital Filtro y la extradición de los etarras, los tupamaros han seguido haciendo de las suyas. No sé si el grado de violencia ha sido mucho menor, ha mutado.
Para llevar adelante sus ideas “salvadoras”, robaban bancos, casinos, financieras, secuestraban gente, ejecutaban acciones terroristas (voladura del bowling de Carrasco y del Club de Golf), mataban y ajusticiaban personas.
Luego de ser amnistiados por la sociedad, crearon las “tupabandas” y participaron en los sucesos del Hospital Filtro. Comenzaron a crear fábulas (los tupamaros se alzaron en armas para luchar contra la dictadura), mentir, engañar, manipular a la gente.
¿Ya nos olvidamos del episodio del circo armado con el “caballero de la derecha”?
La mentira repetida como arma política: “Una manera segura de que la gente crea falsedades es la repetición frecuente, porque la familiaridad no es fácilmente distinguible de la verdad” (Kahneman, Daniel- 2012- Pensar Rápido, pensar despacio. Penguin Random House. Grupo Editorial Sudamericana. Pág. 88).
Aparte de familiares, son tan frecuentes que uno se acostumbra, percibe por dónde viene la mano, cuando las declaraciones siguen un ritual desde antes definido.
Disfrutemos de un buen libro, nos merecemos que su título sea premonitorio de lo que la democracia necesita.