Juan Pedro Arocena | Montevideo
@|Los rumbos contrapuestos de una exitosa decadencia.

Que la izquierda es exitosa no caben dudas, al menos en lo que hace al poder político: Brasil, Colombia, Chile, Bolivia, México, Uruguay, buena parte de Centroamérica y los esperpentos de Venezuela y Cuba. Pero es tan exitosa como decadente. Los fracasos de sus modelos socializantes son tanto más dramáticos cuanto más fieles sean en el gobierno con sus postulados de siempre. Sólo cuando se alejan de la ideología con algún grado de pragmatismo (Uruguay) logran hasta cierto punto mitigarlos.

Las Bases Programáticas del Frente Amplio original proponían la reforma agraria, la nacionalización de la banca, del comercio exterior y de la gran industria (frigoríficos). Los fundadores del Frente Amplio estaban equivocadísimos. De haber gobernado hace 53 años, estaríamos aún hoy, tratando de superar una pobreza que se habría generalizado. Pero hoy son leyenda. Rutas nacionales y calles importantes llevan sus nombres: Gral. Líber Seregni, Zelmar Michelini. Ellos y otros líderes históricos como Danilo Astori, Rodney Arismendi y Tabaré Vázquez resultaron tener en aquel entonces, ideas políticas catastróficas. El gran líder de la actual izquierda uruguaya, José Mujica, integraba un movimiento guerrillero, cuyas propuestas eran aún más radicales y por lo tanto más demenciales.

Wilson Ferreira Aldunate procuraba con “Mi compromiso con Ud.” cortar la sangría de juventudes que el avasallante paso de la izquierda unida en un frente común provocaba en las filas de los partidos tradicionales. Un programa de gobierno (el de Wilson), que un tupamaro en el poder cuarenta años después, Mujica, jamás hubiera podido aplicar por ser demasiado jugado a la izquierda. El Partido Colorado trataba de oponerse con liderazgos de una derecha más conservadora (Pacheco, Bordaberry) pero también antiliberal.

De haberse aplicado, aquellas “Bases Programáticas” de 1971, habrían infringido a Uruguay daños de proporciones. La izquierda no ha elaborado ninguna carta de reemplazo a aquel modelo socializante y sus intentos por diferenciarse de lo que desprecian y denominan “neoliberalismo” recaen en el proteccionismo, la negativa a abrir el comercio internacional, el asistencialismo, el estado empresario y un sinfín de recetas antimercado que Uruguay ya experimentó, incluso de la mano de gobiernos de derecha.

Pero poca gente razona con ese grado de profundidad. Por eso, poco importa que la leyenda (“La Huella de Seregni”, “El legado de Astori”) no pueda cimentarse en un liderazgo claro, propulsor de ideas visionarias. Parece más bien fundarse en un martirologio impuesto a fuerza de asesinatos, tortura, prisión y exilio. En el imaginario popular el sufrimiento vale por sí mismo, sin importar los aciertos del ideario del que sufrió.

El Frente Amplio es la versión uruguaya de una izquierda que en la academia no logró generar un proyecto sustitutivo de aquellos erráticos e ideologizados postulados programáticos de 1971. Quienes como Civila (Ministro designado por el Presidente electo) se mantienen en aquella ortodoxia ideológica forman parte de la decadencia. Otro tanto sucede con la designada Ministro de Defensa, para quien Cuba es un faro de libertad en el mundo. Su forma de pensar es tan decadente como el régimen político y el desquicio económico que reinan en esa isla y que ellos siguen admirando. Se trata de un gabinete “catch all” desde el momento que Gabriel Oddone, quien opina que sería importante desindexar los salarios, tendrá a su cargo la cartera de Economía. Siendo así, el gobierno electo se nos presenta con tinte variopinto, con carteras de clara orientación anticapitalista en medio de una conducción económica liderada por un asesor de bancos y multinacionales. Si C. Cosse acusaba al gobierno de Lacalle Pou de no tener rumbo, el que ella va a integrar a partir del 1° de marzo como Vicepresidente, parecería tener rumbos contrapuestos, lo que a todas luces es mucho más grave.