@|Hace un siglo, Dios nos regaló un ser de luz, que con su presencia nos enseñó que la verdad y la belleza, las dos son una; que nos dijo que si podemos evitar que un corazón se rompa, no habremos vivido en vano.
Agradecida recitó hasta sus últimos días: “Vida, nada me debes, vida, estamos en paz”.
Paz... esa palabra que plasmaba en cada firma, tan sagrada y tan ansiada en estos días.
Viajera incansable cuyos pasos siempre regresaban a su Montevideo natal, donde hoy descansa.
Porque China era eso, un ser de luz. Quien la conoció jamás podrá olvidarla, porque con su mirada y su sonrisa iluminaba todo.
Honró su existencia dando amor a cada paso. Imborrables serán los gestos y las bellas palabras, noble señora de la vida y de la escena.
Amiga querida para siempre de mi alma.