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Harari y los relatos colectivos

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Nicolás Etcheverry Estrázulas | Montevideo
@|En la edición de Búsqueda del 25 de abril de este año, Andrés Danza, como ya es habitual en sus interesantísimas columnas, se dedica a comentar algunos rasgos del historiador Yuval Noah Harari y su enfoque en torno a los relatos colectivos.

Es difícil cuestionar el éxito de Harari luego de sus tres libros más recientes y de las múltiples conferencias que ha dado por diversas partes del mundo.

Una de sus hipótesis es que el ser humano, a diferencia del resto de los animales que habitan esta tierra, tiene la posibilidad de hacer relatos e historias y de transmitirlas de generación en generación. Basta con recordar la imagen de las diversas tribus indígenas sentadas en sus carpas alrededor de un fuego y escuchando atentamente a uno de los más veteranos del grupo o clan contando la historia de sus antepasados, sus orígenes y su establecimiento en tal o cual territorio, para coincidir con la propuesta de Harari. Hasta ahí la coincidencia. Pero mi discrepancia con él comienza cuando sostiene que algunas de esas historias son ficciones, producto de la imaginación de quienes las relatan. Entonces para Harari, habría una serie de grandes relatos compartidos y aceptados masivamente que no son más que ficciones imaginadas por el ser humano, como serían por ejemplo (al decir de Danza) el dinero, los Estados, los derechos humanos, las leyes y los dioses.

Mis objeciones van por doble vía:

a) No todos los ejemplos que se ponen son necesariamente imaginarios. Sobre todo, el caso de los derechos humanos, que, a mi entender, no son el resultado de una ficción, sino algo muy real y concreto, aunque hayan sido ignorados, ocultados o no descubiertos durante siglos.

Es que precisamente pertenecen al llamado derecho natural que está más allá de que haya sido evidenciado y reconocido por el derecho positivo mucho tiempo después.

La revelación de algo que no se había conocido antes, no significa que ese algo no existiera; sólo implica que no fue advertido, reconocido o descubierto con anterioridad. Podemos coincidir que otros de los ejemplos citados (tales como el dinero o los Estados), sean una ficción construida por el ser humano para convivir y cooperar en las diversas sociedades y épocas que le ha tocado existir. Aunque es discutible si hoy por hoy siguen siendo simples símbolos de interacción y convivencia o son realidades tan fuertes y específicas que determinan que haya personas dispuestas a luchar y morir por ellos.

b) Pero el problema mayor se genera con la hipótesis de Harari de que la idea de varios dioses o de un solo Dios (según la religión que se trate) es simple resultado de la imaginación humana.

Me da la impresión que en este punto debe advertirse su condición de ateo y él debería tener más amplitud con todas las culturas y sociedades que practican una religión, ya que no van a aceptar tranquila y resignadamente que ello es fruto de una ficción y una imaginación que carece de toda racionalidad. Como ya lo ha explicado la escolástica aristotélico-tomista o más recientemente el fructífero debate entre Ratzinger y Habermas, teología y filosofía pueden complementarse y no oponerse; fe y razón se mueven en planos diferentes, pero no contradictorios. Supra - racionalidad no es sinónimo de irracionalidad si existe buena voluntad para dialogar y debatirlo.

Por supuesto, se pueden construir relatos que pretendan sostener que el Holocausto no existió, que Cuba, Nicaragua y Venezuela no son dictaduras, o que los tupamaros llegaron al Uruguay para combatir y derrotar al régimen de facto. Pero no creo que se pueda pretender considerar esos relatos como similares al de los derechos humanos o de las religiones; es dar un paso demasiado largo y arriesgado.

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