@|El INISA es el último recurso que les queda a los menores que el Estado debe reeducar.
En 2011, se planteó por el gobierno construir un centro modelo de internación en el predio del INAU, de Bulevar Artigas y Cufré.
Como impulsores de la economía cristiana con compromiso social, nosotros cotizamos al costo el proyecto y la construcción del Centro, como ya era nuestro estilo para proyectos como Casa Tacurú, Los Pinos, Jubilar y otros.
Para el Centro de Reeducación para menores infractores, contamos con el apoyo de los arquitectos israelíes Poreh Ya'acovi Karni, autores del Campus Zalmon en Israel, premiado con el Award for Excellence por el American Institute of Architects.
Toda la obra sería con nuestras estructuras de hormigón en cáscaras inteligente, de la escuela de Dieste, reconocidas en los 2010 fib Awards for Outstanding Concrete Structures.
Nuestro proyecto israelí- oriental no era una cárcel, era un campus universitario, con espacios para deporte, enseñanza y zonas de entretenimientos. Construido en colores con súper hormigón y seguridad máxima.
No era un castigo, era un aliciente para lograr una vida mejor.
Para consumir energías en el deporte, y después, orientarse al estudio, al trabajo en taller, y a aprender a vivir las ventajas de una vida con metas a superar, ordenada y sin drogas.
Como pedía Artigas, que los más infelices sean los más privilegiados.
Era por lejos la mejor propuesta, y mucho más barata de las otras opciones de empresas constructoras. El gobierno de entonces no la eligió. Eligió un proyecto con contenedores de lata y algunas paredes de bloques sin revocar, que más parecía un gallinero para encerrar los pollos.
Reclamamos al arquitecto de INAU que no cumplía ni la reglamentación municipal ni el pliego.
El arquitecto nos dijo “Estos chiquilines ya son irrecuperables, son lumpen, no vamos a gastar en ellos, es tirar plata”. Ya comprendí: no había razones técnicas, era orden de arriba. No impugnamos. Mal nosotros.
Hicieron el gallinero, y siguieron sin respetarse los derechos de los adolescentes internados.
Hasta si solamente uno se recuperara, también valdría la pena, si ese joven es tu hijo.
Cuando jóvenes seminaristas pidieron en ese entonces visitar jóvenes católicos detenidos, por lo de Jesús, “estaba preso y vinieron a visitarme”, le negaron el permiso. Violando el derecho a su religión del adolescente detenido, según la regla de las Naciones Unidas.
Cuando otro año llegó la Navidad, y pedí visitar a algún chico solitario, una amable funcionaria me cortó. No tenían derecho a una visita si no era de la familia. Ni para Navidad. Estaban confinados como perros rabiosos.
Solamente me autorizaron dejar para cada uno una tarjeta y una barra desodorante.
No fue novedad entonces cuando aparecieron después videos de funcionarios castigando a internados. Ni ver en los videos al mismo sindicato aprobando con su presencia esos métodos inhumanos; no es de extrañar que sean dirigentes sindicales quienes quieran asumir otra vez el dominio.
Hoy, que pesos pesados del nuevo gobierno se dedican, como Pablo Abdala, a los menores, es hora de acercar calor humano a ese esfuerzo.
Los jóvenes infractores son diamantes en bruto, que deben estar cuidados solamente por manos solidarias y cariñosas. Mejor cortar las otras manos, como las que recomendó cortar alguien un día…