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La agonía de una utopía llamada Frente Amplio

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Roberto Alfonso Azcona | Montevideo
@|La historia a menudo nos entrega paralelismos insospechados. Dos figuras, separadas por décadas y contextos, parecen encontrarse en un mismo punto de inflexión: el tiempo final de su influencia, marcado por la incertidumbre sobre el futuro político. Por un lado, Francisco Franco, el dictador español, alargó una lenta agonía mientras su entorno definía los términos de una transición controlada.

Por otro lado, José Mujica, figura simbólica de la izquierda uruguaya, parece transitar un ocaso político similar, mientras su partido busca redefinir su imagen en un país que dio un giro en las elecciones nacionales de octubre pasado, encandilados y atrapados sus ciudadanos en promesas y mentiras nacidas en el siglo pasado, representado en un FA dominado por Comunistas y Tupamaros.

En ambos casos, los protagonistas representan más que una persona: simbolizan una era.

Franco encarnaba la dictadura franquista; un régimen centralizado que sostenía su control apelando a la nostalgia de un supuesto orden perdido.

Mujica, por su parte, es el emblema de una izquierda que, desde su predominancia en el Frente Amplio, proyectó un Uruguay idealizado en base a narrativas de igualdad y justicia social, marcadas por controversias en su gestión y el peso de un aparato partidario anclado en viejas ideas y estructuras.

El paralelismo surge en las dinámicas del poder. Durante la agonía de Franco, el franquismo se preocupó menos por el país y más por preservar su legado, asegurándose que el relevo político no significara una ruptura.

Hoy, el Frente Amplio, con Mujica como referente, parece en una situación similar. El discurso se centra en proteger lo construido, aunque ello implique mantener estrategias agotadas y resistirse a los cambios que exige una ciudadanía cada vez más crítica y demandante.

Las elecciones departamentales de este año aún son un terreno en disputa, y el viejo liderazgo de Mujica actúa como una sombra omnipresente. En su supuesto “retiro”, Mujica sigue operando, ora como consejero, ora como figura paternalista que guía desde la retaguardia.

Mientras Franco dejó un sistema que inevitablemente se desmoronó con el tiempo, Mujica enfrenta el desafío de mantener viva la narrativa frenteamplista en un Uruguay que ya empieza a ver un FA inoperante y dominado por una ideología caduca.

La realidad es que el Frente Amplio no podrá reformarse para adaptarse a las demandas del siglo XXI; y como el franquismo, su estructura se derrumbará bajo el peso de sus propias contradicciones.

En la política, la agonía de un líder no es solo biológica, sino también simbólica. Es el proceso donde su legado será una lápida para el futuro. El tiempo dirá que Mujica será recordado como el último bastión de un ciclo político que Uruguay ya ha comenzado a superar.

La vela, antes de apagarse, brilla con más fuerza, como un suspiro en su final.

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