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La democracia encubierta

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Edgardo | Montevideo
@|Estamos siendo testigos de un fenómeno político que dudo que se haya dado con tanta intensidad en episodios electorales anteriores.

Me refiero a la negativa de algún candidato a debatir públicamente con otros o a compartir espacios de intercambio aduciendo que se encuentra en desventaja frente a ellos.

Si la tarea de un político que aspira a dirigir la actividad gubernamental de un país es justamente convencer a la gente a que lo siga, a que se sume a sus ideales, a mediante un proceso de razonamiento lógico explicar cómo las intenciones y planes que se tienen tendrán un efecto beneficioso en los habitantes del país, entonces la pregunta que surge es: ¿por qué negarse a salir en público con otros contendientes? ¿No es a través de la contrastación de propuestas que la gente puede sacar mejor sus conclusiones?

A consecuencia de esta actitud, los electores, a ciegas, sin saber qué hay atrás de los grandes y abstractos titulares de las propuestas electorales, deben llegar al momento de elegir sin tener sobre la mesa toda la información, para que puedan, libre y voluntariamente, seleccionar lo mejor que entiendan para el país.

Hasta ahora lo que se ha escuchado son intenciones, menciones a programas, supuestos grupos de trabajos con cientos de técnicos, pero de concreto, de cosas que entienda don José y doña María, nada.

Se nos podría decir que vayamos al programa y leamos las casi 100 páginas que tiene, pero no me digan que no es un montón de frases con referencias elípticas, supuestamente bien intencionadas, pero sin ninguna base concreta; ver esta perlita a modo de ejemplo: “Transversalidad: En la complejidad del mundo actual, la gran mayoría de los temas requieren de una mirada transversal inter y transdisciplinaria. Aspectos centrales como la sustentabilidad social, ambiental y cultural, la territorialidad, la perspectiva de género, las interseccionalidades, el propio concepto de desarrollo, la revolución tecnológica, los nuevos enfoques sobre la salud, están presentes en casi todos los temas. Considerar las transversalidades es un proceso más complejo y un desafío de magnitud, pero imprescindible para dar integralidad a la propuesta programática”. Es el premio Nobel al gre- gre.

Como ha dicho en su discurso (el candidato que se niega a dar el debate) al ganar la interna, “que es en definitiva el compromiso con la verdad” o “es asumir la responsabilidad de reconocer las dificultades”; ¿dónde está el compromiso con la verdad o la responsabilidad de reconocer las dificultades cuando se evita debatir?

Se niega a mostrarles a los votantes lo que realmente se piensa y eso sólo sale natural y espontáneamente cuando alguien se ve expuesto al juicio público, cuando un contendiente lo desafía desde el campo de la dialéctica y del debate. Es muy fácil salir en entrevistas televisivas o radiales cuando ya el cuestionario fue elaborado y acordado previamente, eliminando las preguntas incómodas o haciendo preguntas retóricas edulcoradas.

Vivimos en una democracia en la cual se les niega a los votantes a ver toda la verdad, como si dada la cuestión de que se presume una ventaja en las encuestas no sería conveniente que se exponga a debatir para no terminar diciendo algo inconveniente para sus intereses.

Entonces es un contrasentido absoluto, en contra de la libertad de información, de elección y de opinión; retacea al votante información valiosa y eso nos remite al título: una democracia encubierta, artificiosa, superficial. Una lástima para una modalidad de convivencia que había sido ejemplo para el mundo y que se empañe de esa manera.

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