@|En esta novela de final casi incierto de Casa de Galicia, vemos que prácticamente sólo se ha atendido a preservar las fuentes de trabajo y derechos de los funcionarios de ella. Respetamos esto absolutamente y lo consideramos totalmente loable.
Ahora preguntamos: ¿los socios de la Institución no tenemos derechos ?
Todo lo que se manifiesta es que entramos en un corralito mutual, limitado a cuatro instituciones sin poder de elección, sino con una distribución aleatoria, dejándonos totalmente de lado y argumentando, el Dr. Salinas, que si no estamos de acuerdo con el lugar donde caímos, podemos salir de ese corral de ramas a los 24 meses, siempre que tengamos la bendición de la Junasa.
En un supuesto que cumplido ese plazo y dicha bendición, el nuevo prestador ¿asumiría el compromiso de atender en las mismas condiciones y beneficios que tendríamos en el momento, sin discriminación de patologías, enfermedades crónicas y otros etcéteras?
Aparentemente, la salida es muy fácil, nos sacamos de encima este problema y el que venga atrás que arregle.
Mi pregunta es a todos los partidos sin distinción: ¿somos los socios de Casa de Galicia ciudadanos de segunda, sin voz, sin opinión y sin voto?
Vemos un total apuro en sacarse este problema de arriba; los socios no tenemos sindicato, no estamos afiliados al PIT CNT, no hacemos ruidosas manifestaciones, no cortamos calles, no tenemos derecho a elección.
Se nota, por diferentes actores, un tremendo apetito por el Sanatorio Social, para hacer una suerte de apropiación indebida, porque ese sanatorio edificado en 1949, se hizo exclusivamente con el aporte de socios; aparentemente ASSE sería el primer interesado.
Fundado en 1917, en un principio sólo para inmigrantes gallegos, Casa de Galicia se abrió a la sociedad y fue una Institución de referencia médica, así como un derrame de cultura gallega y conocimiento, donde se daban clases de dactilografía, contabilidad, inglés y diversas manualidades. En sus romerías en el Parque Social, se integraron los inmigrantes españoles con toda la sociedad uruguaya, en su pista de bailes regionales y otra con los ritmos del momento.
Por último, una referencia al Panteón Social. ¿Qué va a ser de él? ¿Se hará un buen negocio vendiéndoselo a alguna empresa? ¿Qué será de nuestros muertos allí cobijados? ¿Qué protección tendrán los que pagamos mensualmente por muchos años estos servicios?
Tengo 81 años, soy descendiente de gallegos y asturianos, socio desde el día que nací. ¿No debe haber respeto hacia mi y a todos los socios que apoyamos tantos años la Institución?
El Ministerio argumenta que tiene que cerrar porque no se podrían pagar los sueldos de los funcionarios.
La Institución recibe cápitas, sigue cobrando estudios, órdenes, medicamentos; ¿es tan importante la diferencia a cubrir, si existe, o nos enfrentamos a conflictos de intereses que no podemos descifrar?
No quiero llover sobre mojado, pero las prisas muchas veces nublan la razón. Espero que un gobierno democrático lo tome en cuenta y abra un espacio de análisis y reflexión y no deje morir a Casa de Galicia; en la vida siempre hay caminos para transitar.