Roberto Alfonso Azcona | Montevideo
@|¿Hacia dónde nos conduce el Frente Amplio?
En el panorama político actual, la izquierda uruguaya, encabezada por Yamandú Orsi y dominada por los sectores del MPP y el Partido Comunista, parece abrazar cada vez más elementos de lo que se conoce como “izquierda woke”. Este término, nacido en los debates culturales de Estados Unidos, describe una postura obsesionada con temas de justicia social, diversidad e inclusión, pero que muchas veces deriva en un dogmatismo que prioriza imponer una visión del mundo por sobre el diálogo y la búsqueda de consensos.
El Frente Amplio, en su campaña, ha recurrido a estrategias típicas de esta corriente. Se ha enfocado en el uso del lenguaje inclusivo, la defensa acérrima de agendas identitarias y una narrativa emocional que promete igualdad, pero que evita profundizar en propuestas concretas para solucionar los problemas estructurales del país. Esta estrategia, liderada por sectores como el MPP y el Partido Comunista, intenta capturar a una nueva generación de votantes, apelando a un discurso aparentemente progresista, pero que esconde un proyecto político centralizado, dependiente de un Estado cada vez más grande y un esquema impositivo brutal que ahoga a la producción nacional.
-La “cultura de la cancelación” como herramienta política.
En esta versión woke del Frente Amplio, la confrontación y la descalificación de los adversarios son herramientas recurrentes. Cualquier disidencia es vista como una amenaza, y las voces críticas son canceladas o demonizadas bajo el pretexto de defender un supuesto bien mayor. Este enfoque no solo erosiona el debate democrático, sino que también refuerza una política de división, alejándose de las preocupaciones reales de los ciudadanos, como la seguridad, el empleo y la educación.
-El Estado paternalista y la burocracia ideológica.
El proyecto que Orsi presenta, bajo la sombra del MPP y los comunistas, perpetúa un modelo donde el Estado no solo interviene, sino que domina todas las esferas de la vida social y económica. Esto se traduce en más impuestos, menos libertades y una creciente dependencia de los ciudadanos del aparato estatal. Paradójicamente, mientras hablan de justicia social, su modelo genera exclusión económica y frena el desarrollo de la producción nacional.
-Una alternativa para el futuro.
Uruguay necesita más que eslóganes progresistas y políticas polarizantes. Necesita un proyecto que priorice el crecimiento económico, la generación de empleo, la educación de calidad y la seguridad para todos los ciudadanos. Un modelo que promueva la libertad individual, el respeto por las diferencias y el desarrollo sostenible, sin caer en el dogmatismo ideológico que hoy domina el discurso del Frente Amplio.
La verdadera esperanza no está en las promesas vacías de la izquierda woke, sino en un camino que combine la innovación, el diálogo y la visión de futuro. Es momento de dejar atrás la retórica de los años 70 y abrazar una política que coloque a Uruguay en el siglo XXI, con la mirada puesta en el bienestar real de su gente y el desarrollo de sus potencialidades.