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La obsesión por la estabilización

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Santiago Pérez Bentancort | Montevideo
@|Los bancos centrales han tomado un rol más activo en las últimas décadas. Desde su fundación en 1967, el Banco Central del Uruguay tiene como objetivos la estabilidad de la moneda nacional, el normal funcionamiento del sistema de pagos, y la solidez, solvencia y funcionamiento adecuado del sistema financiero nacional. Sin embargo, como todo banco central, su accionar pasa por una fatal arrogancia: la idea de la estabilización.

Para entender la idea de la estabilización monetaria y sus errores, conviene primero tener una teoría correcta del valor y de los precios. El valor de todos los bienes económicos, incluyendo al dinero, es completamente subjetivo. Carl Menger lo dejaba claro en su Principio de Imputación, el cual establece que los precios determinan los costos.

Los precios son relaciones subjetivas de cambio. Reflejan las preferencias personales que derivan de una escala valorativa personal en un contexto puntual. Las circunstancias que originan la valoración se hallan en perpetua mutación, haciendo que el valor que le atribuimos a los bienes, así como al propio dinero, no sea fijo.

Ludwig von Mises nos recuerda que no es la volatilidad de los precios lo que debería llamarnos la atención, sino que es la rigidez de los mismos lo que debería ser alarmante. Esto tomando en cuenta que hoy en día, en un mundo con mercados cada vez más interconectados, los precios tienden a oscilar en mayor medida de manera natural.

La idea de estabilización monetaria parte de una teoría errónea del valor y de los precios. El primer economista que impulsó la estabilización fue el propio Irving Fisher, considerado como el padre de las finanzas modernas y del monetarismo. Él, junto a otros economistas, defendió la expansión de la oferta de dinero y del crédito después de la Primera Guerra Mundial con el fin de contrarrestar la deflación subyacente, lo que derivó en una de las más grandes crisis de la historia: La Gran Depresión.

Esta forma de intervencionismo pasa por controlar la oferta monetaria y crediticia, lo que genera inflación de precios, redistribución de la riqueza, mayor riesgo de corridas bancarias y burbujas económicas. Como afirma Alberto Benegas Lynch (h), cualquier accionar de un banco central va a generar daños en la economía en mayor o menor medida.

Además, cualquier medición objetiva de la variación de precios es errónea al considerar una canasta básica representativa, fija en el corto plazo, ya que la rigidez de la medida la vuelve irreal. Asimismo, cuando se expande artificialmente la oferta de dinero, los precios no varían al mismo tiempo y en la misma medida, sino que lo hacen progresivamente según los flujos del mismo y las preferencias de los individuos, haciendo que los índices de precios no reflejen correctamente la realidad de todos los individuos.

Aquellos que defienden la estabilidad de precios en torno a un cierto nivel, generalmente lo hacen con intenciones propias. Es el caso del erróneamente denominado “atraso cambiario”. Ellos proponen mayor intervención del Estado en los mercados monetarios, crediticios y cambiarios, ignorando los problemas anteriormente mencionados. El caso del dólar en Uruguay es sencillo: su precio es el del mercado, pues desde 2019 el BCU no interviene directamente en el mercado cambiario.

¿Cuál sería una reforma monetaria eficiente? Sin duda alguna, aquella que impulse la eliminación del Banco Central y de la reserva fraccionaria, retornando a un sistema de patrón monetario que le devuelva la autonomía y responsabilidad monetaria a los ciudadanos de a pie. En palabras de Milton Friedman, el dinero es un tema demasiado serio para dejarlo en manos de los banqueros.

Probablemente ésta sea de las pocas medidas propias de la Escuela Austríaca que pueden llevarse a cabo como parte de un programa político. Es cierto que el peso político no es menor, pero los beneficios económicos y sociales consecuentes, junto con la amplia teoría y evidencia histórica, son todo lo que justifica abandonar la obsesión por la estabilización.

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