La responsabilidad de vivir

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@|Entre lecturas de historia y política local e internacional, me gusta intercalar alguno de filosofía o psicología. Por tanto, días atrás releí después de algunos años la gran obra de Viktor Frankl, “El hombre en busca de sentido”.

Soy un convencido de que, así como ver una película más de una vez nos aporta distintas ópticas e información, releer un libro luego de algún tiempo, con la óptica cambiada, tiene el mismo efecto.

Y eso de cambiar la óptica es lo que aporta el paso del tiempo y sus avatares, nuestras vivencias y sus sube y baja. Está claro que la situación actual no se parece a alguna de las anteriores y, esto mismo, fue lo que me hizo posicionarme desde otro lugar al momento de arremeter sobre sus líneas.

Una crisis sanitaria mundial es mucho más grave que una crisis económica regional. Dicho esto, uno espera, desde su profundo sentir humanista, que el resto de la sociedad tenga el mismo pálpito. Que de esto se sale tirando todos para el mismo lado, dejando ciertas chicanas y zancadillas de lado, para que prevalezca la humanidad toda o, al menos, aquellos seres queridos a quienes les dedicamos más latidos a diario.

La versión que tengo de dicha obra, tiene el prólogo del Profesor de Psicología de la Universidad de Harvard, Gordon W. Allport. Una de las líneas de esta obra maravillosa, dice así: ¿Cómo puede uno despertar en un paciente el sentimiento de que tiene la responsabilidad de vivir, por muy adversas que se presenten las circunstancias?

Parte de aquél gran prólogo, también expresa: “En el campo de concentración, todas las circunstancias conspiran para conseguir que el prisionero pierda sus asideros. Todas las metas de la vida familiar han sido arrancadas de cuajo, lo último que resta es la última de las libertades humanas”, la capacidad de “elegir la actitud personal ante un conjunto de circunstancias”.

Quizás por aquellos años en que leí esta obra por primera vez, ni siquiera me detuve a leer con serenidad estas líneas que convoco, y ese es el cambio de óptica. Hoy en día lo son todo. Muchas son las familias de compatriotas y del mundo entero a las que este virus les ha arrancado parte esencial de su vida, como puede ser el perder un ser querido sin siquiera poder despedirlo.

Esa responsabilidad de vivir que encabeza este artículo, hace referencia al primer sentimiento que se me agolpó en el alma cuando leí estas líneas. Yo creo que cada quien tiene dos tipos de responsabilidades al vivir entre sus pares. Unas, son las particulares que adquiere por su accionar diario y sus caminos de vida, llamémosle accesorias. Pero las primeras y más importantes son las que llamo inherentes, que son generales y obligatorias, tanto ética como moralmente.

Lamentablemente, hay veces en las que esas categorías son confundidas, haciendo que ciertos sectores de la población vayan en contra del bienestar común del resto (la mayoría).

Eso se me vino a la cabeza al releer esas líneas, en cómo hay un sector de la población enfrascada en su verdad y su camino… y en nada más. En cómo tenemos una crisis mundial que es enrostrada a las actuales autoridades, siendo acusados de “generar cien mil pobres en un año”, como si fuera intención de algún gobernante no fascista o comunista hacerlo.

Han utilizado en el pasado crisis económicas regionales para hacerlo, y bastante demoró el país en reaccionar. Y tuvieron que fallecer Jorge Batlle y Alejandro Atchugarry para que algunos se acuerden del magnífico timón que se le dejó al Frente Amplio, para que conduzcan la nave hacia incontables agujeros negros.

En tiempos en los que la gente toda, ni ricos o pobres, ni clase obrera o empresarios…todos, necesitan sentirse más humanos que nunca, no se puede tener gente militando un capricho a contracorriente. Será constitucional, pero no es humano.

Cuesta creer que haya tan poco castigo. Al menos electoral, por parte del pueblo, para con un partido político que se creyó dueño del mar, de la tierra y del aire… del bolsillo y la cartera de cada ciudadano. Y que hoy, frente a un enemigo común, decide seguir su propio camino.

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