@|A finales de marzo, los ciudadanos están convocados para decidir si se mantiene la vigencia de 135 artículos de una ley conocida como LUC, o se deroga.
La mayoría de los ciudadanos no conoce un sólo artículo de ese cúmulo legislativo, empezando por los promotores del referéndum, pero igual hay que presentarse a votar porque el voto es obligatorio.
Todos iremos con una venda en los ojos, no obstante lo cual al día siguiente los politólogos dirán que “el pueblo ha votado a consciencia”.
Es la democracia de superficie que cree que ella empieza y termina con el sufragio universal.
En realidad, este referéndum no fue promovido por ningún partido ni coalición de partidos. Su promotor único fue la central sindical Pit-Cnt, ya que ni siquiera el FA se entusiasmó con la idea y cuya tibieza hasta el día de hoy es evidente.
En el centro de esta mala jugada antidemocrática está la oligarquía comunista de siempre, enquistada en todo el movimiento sindical uruguayo, desplegando todas sus artes centenarias en la movilización de las masas mediante el engaño y la mentira. Oligarquía que luego será la beneficiaria exclusiva de estos movimientos “populares”.
Es lo que Alain Minc llamaba la “soberanía compartida” y que en lo referente a los sindicatos decía con su habitual sagacidad: “Los sindicatos parecen máquinas burocráticas que funcionan por y para sus dirigentes y las asociaciones se convierten en prisioneros de sus miembros”, (“La borrachera democrática”). En este sentido no sólo deben encomiarse los excelentes resultados de la ley en su aplicación, sino también resaltar que el referéndum es una maniobra perversa del comunismo para desestabilizar el gobierno de Lacalle Pou.
En cierto modo, un buen complemento pudiera ser apuntar que una disyuntiva implícita integra este referéndum: “Democracia o comunismo”.
Es decir, la libertad del hombre en toda su plenitud, lo cual desarrolla sensatamente la citada ley en varios aspectos; o comunismo, adorador del Estado y viejo escamoteador de esas libertades, tal como lo está haciendo ahora con el vaciamiento de los cajeros, el bloqueo del puerto, el apagón de la refinería de Ancap y otras maldades por el estilo contra una población indefensa. Es la vieja máxima del mismo Marx: “Hay que enseñarle al pueblo a asustarse de sí mismo”.