Nicolás Etcheverry Estrázulas | Montevideo
@|Este verano conocí a Byung Chul Han a través de varios de sus trabajos. Es un filósofo coreano que ha estudiado en Alemania con influencias de la filosofía germánica. Tiene una visión negativa del capitalismo occidental, por su estímulo a la competencia y al consumismo desenfrenado. Critica la visión narcisista de nuestra sociedad, con su contradictoria manía comunicativa que irónicamente nos hace cada vez más aislados y por su falsa presentación de lo que hoy significa ser libre, cuando el ser humano trabajando es cada vez más esclavo de sí mismo. En ensayos como “La sociedad de la transparencia”, “La agonía del Eros”, “La desaparición de los rituales”, “La sociedad del cansancio” o “La crisis de la narración”, este autor analiza varias fallas y crisis que viene reflejando nuestra comunidad occidental contagiada del materialismo-consumista, de fugaces, huecos y superficiales mensajes que venden tan rápido como desaparecen, de un exhibicionismo físico y psicológico que lo torna todo pornográfico. Esta hiperinflación de datos y noticias no brinda necesariamente más conocimientos verdaderos ni mucho menos sabiduría. El Story telling es sobre todo Story selling que se adquiere como mercancía eficaz y barata, pero anula la narración, ese relato que los más veteranos realizaban en torno a una fogata u hoguera, mientras los más jóvenes aprendían a escuchar y a cultivar sus raíces, su historia, identidad y cultura.

Comparto muchas de esas críticas que realiza Han. Sin embargo, hay dos ideas con las que no estoy de acuerdo: su enfoque de la libertad y su teoría del trabajo humano.

Con respecto a lo primero, Han parece encarar a la libertad como un fin en sí mismo y no como medio para poder mejorar nuestra condición humana. Por supuesto, esa libertad puede también empeorarnos y deshumanizarnos cada vez más. Todo dependerá de si aceptamos nuestra condición de administradores y no dueños de la libertad que hemos recibido, siempre incompleta y condicionada por múltiples factores. Si reconociéramos que esa libertad es sobre todo libertad para hacer lo que debemos hacer y no libertad de hacer lo que queramos, entonces comprenderíamos mejor lo que significa liberarnos de nosotros mismos, como meta principal para ser más libres.

Y esto me lleva a la segunda discrepancia con Han, pues él afirma que el trabajo, y sobre todo el estimulado en las sociedades capitalistas, no es un camino de realización y progreso humano, sino la sutil manera que han conseguido las grandes empresas o corporaciones para que la humanidad se haga ama y a la vez esclava de sí misma, únicamente pendiente de rendir cada vez más y mejor, con frías estadísticas, gráficas y resultados, pero sin pasión ni amor por lo que está haciendo. No creo que sea una regla general. Por el contrario, pienso que el trabajo cotidiano, bien hecho y muchas veces oculto y desapercibido por los demás, es el camino por el que cualquier persona puede hallar su realización y contribuir a mejorar el ambiente que lo rodea. En esto, el ejemplo de Jesucristo fue por demás elocuente: Fueron muchos más los años que convivió en la tierra sin hacer milagros ni nada extraordinario, que aquellos en los que se lanzó a la vida pública y comenzó a predicar con su palabra, con hechos y actos fuera de lo común. Pero lo cierto es que, tanto en una etapa como en la otra, trabajó. Y mucho. Y bien. Hasta el agotamiento y muerte. Entonces su mensaje fue que el trabajo no es una maldición ni algo contrario a la naturaleza humana. Es el medio para colaborar con el mejoramiento del planeta y para los creyentes, el camino para llegar y llevar a otros a Dios. Entonces, el trabajo honesto y bien realizado y la libertad no se oponen, sino que se complementan. Y no depende de los cargos, funciones o jerarquías de quién lo hace, sino del amor, rectitud y entusiasmo que se pone al hacerlo. Tres hombres trabajando en una cantera de mármol, ante la misma pregunta pueden responder: “Estoy picando piedras” – “Ganando el sustento para mantener a mi familia” o - “Construyendo una catedral”. Todo depende de la actitud y el sentido que le se le dé al trabajo y a la libertad.