@|Una buena idea lamentablemente usada con fines políticos.
“Cualquier monedita sirve” para una prédica tendenciosa. Así aparece una izquierda “removedora”, opuesta a una derecha conservadora y discriminatoria.
Para ellos no hay términos medios. “Revolucionario” o “facho”. Entonces sirve tanto el carnaval, como un desfile de modas, como un recital, como un aniversario, como un velorio, como una marcha por motivos plausibles para marcar la cancha, para dar línea. Ahí están los “conocidos de siempre”. Los camaleones. Los pescadores de descontentos para embanderarse con ellos. No importa que en sus arengas o diatribas contradigan su esencia, renieguen de su dogma; hay que aggiornarse y sacar rédito de lo que sea. Se juegan su carrera, su futuro, su bienestar. O sea, a la hora de conseguir un fin son tan pragmáticos como el que más. Defienden a la escuela pública, pero mandan a sus hijos a colegios privados. Se dicen ateos, pero se casan por iglesia. Hablan de Cuba pero “la gastan” en Disneylandia.
No hubo regímenes más implacables que los marxistas con los diferentes. Basta ver como ejemplo el film “Antes que anochezca”, donde trata sobre la vida del escritor cubano Reinaldo Arenas, que mereciera una nominación para el Oscar para el actor Javier Bardem. De revolucionario (en sus inicios) pasó a ser perseguido por su opción sexual, humillado, sufrió el escarnio más cruel en mazmorras cubanas; más tarde su obra también fue reprobada por luminarias zurdas de la literatura americana.
Camaleones que defienden a ultranza a los “jóvenes infractores”, “víctimas de la globalización”, “del imperialismo”, cuando todo aquel que se lo proponga puede constatar el Código Penal implacable que se aplica a los menores delincuentes en esos países.
En resumen, aplican a rajatabla aquello de “haz lo que yo digo, pero no lo que yo pienso”.