Esteban Szabados | San Pablo
@|La noticia sobre un conductor de un ómnibus escolar que en Estados Unidos no permitía que algunos niños hablaran en español, me hizo recordar la censura que Francisco Franco (1892-1975) llevó a cabo en España contra las lenguas catalana, gallega y vasca.
Según la divulgadora lingüística Elena Herraiz, a pesar de la prohibición del catalán, el gallego y el euskera durante la dictadura de Franco (1939-1975), paradójicamente es en este período en el que se revitalizan estas lenguas vernáculas o nativas en la clandestinidad. Además, han sobrevivido hasta hoy día.
La lengua materna la aprendemos en nuestros hogares y la perpetuamos viviendo en sociedad. Su utilidad es inmensa: pensamos en una lengua y así aprendemos, conocemos, abstraemos la realidad, comunicamos nuestras emociones, expresamos nuestros sentimientos, planificamos el futuro, nos expresamos con las palabras artísticamente, cantamos, leemos, declamamos, trabajamos.
Prácticamente prohibir una lengua es prohibir comprender el mundo, que es la cosmovisión, y es prohibir la propia vida.
Lo curioso es que una de las teorías del origen de los idiomas es que todos surgen de una lengua sustrato o lengua madre, de las que todas derivarían.
Por lo tanto, todas estarían emparentadas en cierta manera. Una prueba de ello es que los adjetivos y pronombres demostrativos son universales (este, estos, esta, etc.), existen en todas las lenguas.
Cabe preguntarse por qué Franco o el conductor del ómnibus escolar querían prohibir el uso de una lengua. Puede haber muchas repuestas: evitar la pluralidad de ideas o sencillamente por xenofobia.
Nuestra lengua es parte de nosotros, que somos como la naturaleza, variados, y llevamos nuestra lengua hasta en nuestras células.